miércoles, 11 de marzo de 2009

Un mal sueño

El 11 de marzo, además de un día de infamia, fue un día gris e incómodo. Pese a que la primavera empezaba a florecer, el cielo oscurecía, y las mentes se centraban en la campaña que nos asediaba en aquellas fechas, y que se acercaba afortunadamente a su fin. Todo el mundo recuerda dónde estaba y qué hacía aquella mañana, pocos sentimientos humanos son más intensos que los de la memoria. En Madrid, una huelga universitaria alivió la mañana de lluvia para muchos estudiantes, que podían disfrutar de unas horas más de cama. Pero no todos, algunos centros abrieron sus clases con normalidad. Mejor dicho, lo hicieron durante muy poco tiempo, porque antes de que las clases comenzaran, la noticia había estallado y no dejó espacio ni ánimos para ninguna lección magistral. Después llegó un goteo de primicias de lo más desagradable y confuso. Los teléfonos se colapsaron, los centros de donación de sangre también. Salir a la calle era una experiencia impactante, las ambulancias quebraban un silencio incontestable, y una desazón invadía a los peatones, que se aferraban a que todo fuera un un mal sueño. Yo pensé que era un mal sueño, pero luego me desperté, y la realidad fue mucho peor que los presagios de la duermevela.

Después de unos años, muchas cosas han cambiado, o no tantas. Las familias jamás podrán olvidar, y han tenido que pasar por un juicio largo y criticado y por varias investigaciones paralelas, testimonios, filtraciones, pruebas y testigos de aquella tragedia. No sé si la experiencia traumática y dolorosa de aquel jueves nos ha servido para algo, pero me da la impresión de que no mucho. Laura Vega, una chica que hoy tiene 31 años, continúa en estado vegetativo en un hospital por las heridas del atentado. Es la prueba palpable de que aquel 11 de marzo no ha terminado todavía. Muchas víctimas se quejan de que las autoridades no les han prestado la atención ni las ayudas que necesitan. Seguramente tengan razón. Aquel día no supuso ninguna catarsis, al menos entre la clase política. Ni siquiera hoy han sido capaces de unirse para recordar a la gente que perdió la vida. Yo sentí que aquel dolor también me tocaba a mí. Pero no tenía clase, yo estaba dormido.


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