domingo, 30 de noviembre de 2008
Viaje a ninguna parte
jueves, 27 de noviembre de 2008
El deporte del gasto
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Asesinos
lunes, 24 de noviembre de 2008
Esos vientos
Las páginas más interesantes de los diarios no están entre los deportes, ni siquiera en los anuncios por palabras. Podemos encontrar las mejores piezas periodísticas en la sección económica. Si alguien las estudiara con verdadero interés debería iniciar un ritual pagano y dar gracias por vivir a la divinidad. Insisten machaconamente en que cada noticia representa un acontecimiento histórico. Y no es que forme parte de la historia. La explicación de cada suceso económico trasciende al planeta y al sistema solar, en sesiones de la Bolsa que nuestros nietos estudiarán diariamente después de pasar la página de la caída del muro de Berlín.
Tanta inyección de miles de millones para reflotar el sistema financiero nos hace pensar en algún bálsamo mágico, aunque no se entiende muy bien si la aguja es manipulada por un practicante o por un curandero. También es frecuente el desayuno entre cortes de carreteras e incidentes graves por la puesta en marcha de un ERE, acrónimo que significa despido masivo, o el cierre de la tienda habitual en la que compramos la ropa de invierno.
Sin embargo, las maravillosas cumbres nos iluminan y allanan el camino. Ahora que las estaciones de esquí reciben a los amantes del deporte, los políticos se reúnen con solemnidad para diagnosticar los males de la economía y proponer soluciones interesantes. En el caso de España, después de jugar a correr alrededor de las sillas, se ha callado la música y nos ha quedado una libre donde aposentarnos. Demagogias al margen, el objetivo del gobierno se ha hecho realidad. Pero después de tanto esfuerzo, no acabamos de saber si la cumbre ha servido para algo.
Los traductores simultáneos se ganaron el sueldo, y cada asistente aportó en la Casa Blanca sus recetas contra la crisis. Por desgracia no quedó demasiado claro si se refunda el capitalismo, si empezamos de cero o si innovamos arriesgándonos a una crisis aún mayor. Parece que solo se puede hablar separadamente de la economía familiar, hoy en horas muy bajas, o de la economía financiera, con bancos y cajas de solvencia desconocida pendientes de los planes de rescate e inyecciones varias.
El ahorrador y ciudadano medio español desconoce el interés de una cumbre financiera de escasa duración y enorme pompa, mientras se las arregla para tapar los agujeros que cada vez se hacen más grandes. En fin, que no sabemos por dónde vendrán los vientos ni con qué fuerza. Y lo que es peor, que nuestros meteorólogos electos se enfrascan en disquisiciones ideológicas absurdas sobre el levante y el poniente. Sus votantes estamos dispuestos a financiarles un anemómetro.
Campañas y prejuicios
Durante los últimos meses, hemos tenido la oportunidad de asistir en primera fila al desarrollo de la campaña electoral norteamericana. Desde España se ha vivido como propia, gracias al seguimiento de los medios de comunicación y a las posibilidades que ofrece el mundo de internet. Pero esta cercanía entraña algunos riesgos, como la precipitación en el juicio y los largos paseos por los transitados lugares comunes. El virtual elector español, acérrimo seguidor del candidato demócrata, denosta el republicanismo trasnochado y la herencia macabra del presidente Bush, e imagina a los votantes de McCain en
De todos estos tópicos, solo nos afirmaríamos en el testamento desastroso de Bush, desmontando los estereotipos que el cine o la televisión han contribuido a crear entre nosotros. Muchos norteamericanos no sabrían señalar la posición de España en un mapa, pero no todos. Muchos norteamericanos poseen armas de fuego en sus casas, pero no salen a la calle dispuestos a asesinar a quien se les ponga por delante. Muchos norteamericanos han votado a Barack Obama, y otros muchos han votado a John McCain. Congratulémonos del valor de la democracia en el país más importante del mundo, y del descomunal espectáculo que esta campaña presidencial nos ha procurado a todos. Convendría no utilizar criterios simples para analizar la complejidad de un país de 300 millones de habitantes. La larga historia de España supera la juventud de los Estados Unidos, pero, si hablamos de democracia, aún nos llevan mucha ventaja.