domingo, 30 de noviembre de 2008

Viaje a ninguna parte

Uno recuerda piratas surcando los mares, con parche en el ojo, sin pata de palo, eso era lo de menos. Lo de más eran sus barcos, Long John Silver, sus abordajes o los latinajos de corsarios naufragados por galos indomables. Los de ahora llevan GPS, lanzagranadas y lanchas motoras. Nuestros pescadores sortean el peligro y se juegan el pan para traernos los peces. Una vida dura. Desde el golfo de Vizcaya hasta el Índico africano con el miedo en el cuerpo navegan nuestros pesqueros. No trabajan en las costas somalíes por placer, es que nos hemos terminado ya la fauna de nuestros mares.
Es curiosa la relación del ocio con el negocio. Normalmente vivimos donde trabajamos. O trabajamos donde vivimos. Nos apegamos a nuestro refugio para descansar de las horas de labores a lo largo del día. Pero los viajeros por obligación, habitantes habituales de los hoteles y las cabinas de los camiones, hacen de su viaje su propia vida. La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, aunque no está mal frecuentar de vez en cuando carreteras secundarias y dar algún rodeo. Tendríamos tiempo para cruzarnos con gente interesante. En las cunetas no hay piratas.

jueves, 27 de noviembre de 2008

El deporte del gasto

Anteayer el presidente del gobierno se descolgó con un anuncio sorprendente. A la ristra de cargos y ministerios de dudosa utilidad y notorio gasto público vamos a añadir en poco tiempo el Ministerio del Deporte. Como suele pasar, importamos lo mejor de cada casa. En Brasil, por cierto, su titular durante un tiempo fue Pelé. ¿A quién tendremos el honor de ver sentado en nuestro consejo de ministros? ¿Político o deportista retirado?
Esta ocurrencia serviría para que el gobierno pudiera colgarse las medallas de los éxitos de los deportistas españoles, no tengo ninguna duda. Pero hay más cosas. Parece ser que con un Secretario de Estado dedicado exclusivamente al deporte no es suficiente. Claro que no lo es. Pero no por escasez de recursos y personal, sino por torpezas e ineptitudes. Solo hace falta recordar el extraño final de la cacareada Operación Puerto o el sangrante caso de las elecciones a la Federación Española de Fútbol.
Creo que es la primera vez en mi vida que he podido ver en directo a un presidente del gobierno acceder a llevar adelante una propuesta. Ya que en el parlamento no se lleva mucho, qué mejor que hacerlo delante de tenistas ganadores y guapos. Se nos llena la boca de austeridad, y nos apretamos el cinturón, pero poco.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Asesinos

Lo de la fascinación por el delincuente es una perversión cruel y a veces inconsciente. Encañonados por el auge de la crónica negra y el gusto por las vísceras, acostumbramos a ahondar con más interés en los detalles de la vida del malhechor que en los sufrimientos de sus víctima. Esta semana hemos desayunado, comido y cenado con la noticia del feliz encarcelamiento del jefe de ETA.
Alegra saber que este delincuente no volverá a asesinar, pero desasosiega escuchar muchas otras cosas. No me interesa saber si acostumbra a echar mano de psicotrópicos, si bajaba a la calle con peluca o si guarda una pistola bajo la almohada. Me interesa saber que este especimen asesinó a dos personas a sangre fría, por la espalda, y en nombre de una causa falsa, injusta y manipulada que se ha llevado por delante a más de 900 personas en España.
No nos cuesta trabajo enumerar a los asesinos, abren los telediarios a poco que peguen cuatro coces al cristal que les encierra en el juicio. El problema es que seguramente nos sería difícil recordar a los que ya no están y pudieron ver la cara de su verdugo.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Esos vientos

Suelen irritar las redundancias verbales, sobre todo cuando desconocemos a qué responde el abuso del neologismo y la jerga experta. Al leer los periódicos cada mañana la aspiración máxima es la de comprender lo que está ocurriendo. Hablo únicamente de la comprensión porque lo que ocurre ya lo sabemos, el exceso de información que nos abruma penetra en nosotros aunque nos protejamos adecuadamente.

Las páginas más interesantes de los diarios no están entre los deportes, ni siquiera en los anuncios por palabras. Podemos encontrar las mejores piezas periodísticas en la sección económica. Si alguien las estudiara con verdadero interés debería iniciar un ritual pagano y dar gracias por vivir a la divinidad. Insisten machaconamente en que cada noticia representa un acontecimiento histórico. Y no es que forme parte de la historia. La explicación de cada suceso económico trasciende al planeta y al sistema solar, en sesiones de la Bolsa que nuestros nietos estudiarán diariamente después de pasar la página de la caída del muro de Berlín.

Tanta inyección de miles de millones para reflotar el sistema financiero nos hace pensar en algún bálsamo mágico, aunque no se entiende muy bien si la aguja es manipulada por un practicante o por un curandero. También es frecuente el desayuno entre cortes de carreteras e incidentes graves por la puesta en marcha de un ERE, acrónimo que significa despido masivo, o el cierre de la tienda habitual en la que compramos la ropa de invierno.

Sin embargo, las maravillosas cumbres nos iluminan y allanan el camino. Ahora que las estaciones de esquí reciben a los amantes del deporte, los políticos se reúnen con solemnidad para diagnosticar los males de la economía y proponer soluciones interesantes. En el caso de España, después de jugar a correr alrededor de las sillas, se ha callado la música y nos ha quedado una libre donde aposentarnos. Demagogias al margen, el objetivo del gobierno se ha hecho realidad. Pero después de tanto esfuerzo, no acabamos de saber si la cumbre ha servido para algo.

Los traductores simultáneos se ganaron el sueldo, y cada asistente aportó en la Casa Blanca sus recetas contra la crisis. Por desgracia no quedó demasiado claro si se refunda el capitalismo, si empezamos de cero o si innovamos arriesgándonos a una crisis aún mayor. Parece que solo se puede hablar separadamente de la economía familiar, hoy en horas muy bajas, o de la economía financiera, con bancos y cajas de solvencia desconocida pendientes de los planes de rescate e inyecciones varias.

El ahorrador y ciudadano medio español desconoce el interés de una cumbre financiera de escasa duración y enorme pompa, mientras se las arregla para tapar los agujeros que cada vez se hacen más grandes. En fin, que no sabemos por dónde vendrán los vientos ni con qué fuerza. Y lo que es peor, que nuestros meteorólogos electos se enfrascan en disquisiciones ideológicas absurdas sobre el levante y el poniente. Sus votantes estamos dispuestos a financiarles un anemómetro.

Campañas y prejuicios

Durante los últimos meses, hemos tenido la oportunidad de asistir en primera fila al desarrollo de la campaña electoral norteamericana. Desde España se ha vivido como propia, gracias al seguimiento de los medios de comunicación y a las posibilidades que ofrece el mundo de internet. Pero esta cercanía entraña algunos riesgos, como la precipitación en el juicio y los largos paseos por los transitados lugares comunes. El virtual elector español, acérrimo seguidor del candidato demócrata, denosta el republicanismo trasnochado y la herencia macabra del presidente Bush, e imagina a los votantes de McCain en la América profunda, ávidos de creacionismo y con una mirada de desaprobación hacia el salvador afroamericano que la izquierda les presenta esta vez en las urnas.

De todos estos tópicos, solo nos afirmaríamos en el testamento desastroso de Bush, desmontando los estereotipos que el cine o la televisión han contribuido a crear entre nosotros. Muchos norteamericanos no sabrían señalar la posición de España en un mapa, pero no todos. Muchos norteamericanos poseen armas de fuego en sus casas, pero no salen a la calle dispuestos a asesinar a quien se les ponga por delante. Muchos norteamericanos han votado a Barack Obama, y otros muchos han votado a John McCain. Congratulémonos del valor de la democracia en el país más importante del mundo, y del descomunal espectáculo que esta campaña presidencial nos ha procurado a todos. Convendría no utilizar criterios simples para analizar la complejidad de un país de 300 millones de habitantes. La larga historia de España supera la juventud de los Estados Unidos, pero, si hablamos de democracia, aún nos llevan mucha ventaja.