lunes, 9 de marzo de 2009

Rojo y negro

Uno enciende la televisión por la mañana y se da de frente con las peores noticias. Violadores reincidentes en libertad, asesinos y ladrones retorcidos en busca y captura, reflejos de la crisis, indigencia, desgracia. Una parte importante de la realidad. Espero que haya otro lado, no tan oscuro, en el que podamos refugiarnos para augurar algún horizonte de esperanza. No lo encontraremos en el nuevo programa de Telecinco, Rojo y negro, que para simplificar es un programa de sucesos. Habíamos disfrutado del fin de lo macabro como espectáculo, pero resurgió este gusto por el escándalo y la sangre. Las series de forenses arrasaron las audiencias, los periodistas comentaban los crímenes en las tertulias, y se otorgaba mayor credibilidad al reportero que al policía. Es un pecado que nos ha lastrado y que genera obscenidades que rellenan programas, como entrevistar a una menor novia de un asesino.

Ya hablé de la virtuosa sentencia del italiano Vasile, "la ética en la televisión la marcan el público y la audiencia". Siguen a rajatabla este precepto. Me da miedo pensar hasta dónde llegará ese límite virtual, cuándo la vergüenza será mayor que el beneficio y dejaremos de hablar de sangre para hablar de soluciones. Tal vez la crisis de las televisiones se solucione con esos dos colores nada claros, el rojo y el negro. Ojalá fueran resúmenes de los partidos del Milan. Son del mismo color. Muy aburridos, pero mucho menos sangrientos.

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