miércoles, 4 de marzo de 2009

Días de radio

Woody Allen firmó hace ya unos años, antes de perpetrar algunos deslices exageradamente criticados, una película llamada Días de radio. Se trata de una historia de las ondas contada a través de un niño, que evoca su mayor afición, pegarse al transistor y disfrutar de un mundo contado y cantado. El adjetivo que mejor la describe es entrañable, aunque en su lugar seguramente convendría colocar deliciosa, que parece ser el término monopolizador del snobismo cultural en este país. Allen recrea con cariño los ambientes de los años '50 y el apogeo de los seriales, la música en directo y los locutores de voz profunda.

La radio, más allá de la emotiva imagen del cine, ha cambiado bastante. Abundan las tertulias, ahora traspasadas a la televisión, que han convertido el debate en trinchera y que pisan en otros momentos asuntos tan triviales como intrascendentes. La música se reduce a las emisoras especializadas. Copian formatos de éxito, los empaquetan y los transmiten a través de las ondas. No sé si a causa de la crisis, los locutores son sustituidos por la manida fórmula de la música sin pausa. Quizá los contenidos más demandados por los oyentes sean los informativos, y especialmente la información deportiva. Se ha perdido el encanto de una radio que ni yo mismo conocí, pero que Woody Allen logró mostrarme. Cuando terminé de ver la película me zambullí de nuevo en la realidad y en la (deliciosa) música de los 40 Principales y sus no-locutores.

No hay comentarios: