jueves, 19 de marzo de 2009

Aprovechados

La demagogia en los tiempos de crisis es directamente proporcional a la preocupación que nos genera. Esta semana ha surgido en los medios un debate interesante. Los incentivos a los directivos de las grandes empresas. AIG, la mayor aseguradora del mundo, estadounidense, necesitó de un importante empujón del Estado para subsistir cuando la crisis comenzaba a devorar a los tiburones. Recibió del gobierno americano concretamente 170.000 millones de dólares. Tras superar las dificultades y enderezar su delicada situación, ha procedido a ingresar en las cuentas de sus ejecutivos y empleados el plus pactado en sus contratos. En realidad, este dinero asciende a 165.000 millones de dólares. Se ha puesto el grito en el cielo ante tal desvergüenza criminalizando los métodos de la aseguradora, que da protección a 74 millones de clientes en todo el mundo. Es curioso que el personal se rasgue las vestiduras cuando ha sido el Gobierno el responsable de que esta empresa privada continúe subsistiendo. Es cierto que en tiempos de crisis desembolsar esas cifras resulta obsceno para cualquiera. pero ¿puede el estado limitar los procedimientos de una empresa privada? No lo creo. Podrá, en virtud de las leyes, intervenir en casos de monopolio y desajuste de los mercados o en delitos financieros o económicos. Debió intervenir, efectivamente, cuando los ejecutivos de AIG gastaron fortunas en hoteles y lujos con sus propios fondos mientras su empresa se derrumbaba. Ahora resulta absurdo lamentarse. Los avariciosos y aprovechados se salieron con la suya, lo que, en estos tiempos, resulta especialmente sangrante.

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