martes, 10 de marzo de 2009

Aviones

Este fin de semana he comprobado la comodidad de los aviones. Tuve suerte con la puntualidad, gibraltareña más que británica, y llegué a mi destino cómodamente. Lo que más me sorprendió - no volaba desde 2005 - fue que me conminaran a quitarme los zapatos en el control de seguridad. Después de depositar todas mis pertenencias susceptibles de transgredir la seguridad nacional en una bandeja el arco continuaba sonando, así que la responsable me invitó amablemente a pasar mi calzado por los rayos x. No creo que descubrieran nada extraño en mis zapatos, ya que pude acceder a la zona de embarque con normalidad, aunque descalzo. Suerte que los calores empiezan a visitarnos y el tacto de mis calcetines con el suelo del aeropuerto no modificó mi temperatura corporal, muy sensible a los cambios bruscos en la meteorología. Eso sí, cuando me duele la rodilla no suele llover nunca, es que me he dado un golpe con la mesa de mi cuarto.

Me fascinan las rutinas del transporte. Cuando el avión aterriza, todos los pasajeros se afanan en hacerse fuertes para coger su equipaje de mano. El civismo ordenado, ese que solo frecuentamos en los simulacros de catástrofes, no es amigo de los aviones. Sería conveniente que las azafatas, o azafatos (no quiero que se me eche encima el colectivo machista), advirtieran al personal que todo el mundo puede salir de la nave si espera a que el vecino coja su maleta y enfile la escalera. Poca paciencia observé entre mis congéneres. Mi plaza, junto a la ventanilla, me aconsejaba salir el último y aguardar en la cola a que, desordenadamente, el avión fuera desalojado. Otro síntoma interesante del ansia humana llega a la hora de desabrochar los cinturones. La tripulación ruega que no se retiren hasta que el avión esté totalmente parado y las luces indicativas se apaguen. Imposible. Escuché el sonido de los cinturones 20 veces antes de tiempo. No sé si soy demasiado precavido o demasiado quisquilloso. Desde luego, los vuelos son de lo más entretenido. Tengo que repetir pronto. Cuidaré más el estado de mis calcetines, tienen que dar buena impresión.

1 comentario:

El que estuvo allí dijo...

Hay cosas aun más pintorescas, como en los vuelos de Binter, que no tienen asiento preasignado y la gente casi se pelea por estar el primero de la cola ante el mostrador de embarque para llegar el primero al avión y coger el mejor sitio... se viven situaciones peculiares en estos momentos. Por cierto, ¿que tál por la zemeté?.