lunes, 30 de marzo de 2009

El compás

Dice Rodríguez Ibarra, lúcido e ínclito dinosaurio del socialismo, que el gobierno lo forman los mismos que abandonarían en primer lugar un barco a la deriva, es decir, los ancianos, las mujeres y los niños. Con las obligaciones paritarias de nuevo cuño, los ministerios han cambiado el perfil de sus inquilinos. Algunos gobiernos autonómicos han reducido su número de consejerías por una cuestión de ahorro ahora que la crisis aprieta y ahoga, pero también por decoro. Los nuevos departamentos y sus puestos de responsabilidad son siempre motivo de polémica. ¿Un ministerio de Igualdad? ¿Es realmente necesario un ministro de Cultura o la cultura se maneja sola? ¿Cuáles son los mayores logros del ministerio de Vivienda? ¿La remodelación que tiene prevista Zapatero incluirá la eliminación de alguna de las carteras? Lo dudo.

Obviamente no existe un criterio único para el nombramiento de los altos cargos. Pero se sobreentiende, como el sujeto omitido, que el aspirante debería aunar cierta experiencia, buena imagen pública, diligencia en sus quehaceres preministeriales y cualidades para el trabajo en equipo. No sé si todos los ministros cumplen estos requisitos. Los niños a los que se refiere Ibarra seguramente señalan a Bibiana Aído, treintañera y titular de escasa experiencia en cargos de enjundia más allá de la curiosa Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. Digo curiosa porque juraría que el flamenco, como antes decíamos de la cultura, tiende a caminar solo y con excelente paso al margen de las subvenciones e intervenciones políticas. Los ancianos se reducen esencialmente al nombre de Pedro Solbes, veterano de numerosos gabinetes, y las mujeres son las ministras del gobierno.

Ibarra ha puesto el dedo en la llaga y ha reavivado un debate interesante sobre los méritos y las cuotas en los gobiernos. El asunto de la dedocracia es que se haga notar lo menos posible y que los nombramientos no se realicen con escuadra y cartabón, sino con un compás. Uno corre el riesgo de pincharse pero el abanico es mucho más amplio y la posibilidad de acertar, también.

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