sábado, 7 de marzo de 2009

El cantante

La vetusta atmósfera del auditorio y su ambiente refinado y selecto podrían inquietar a cualquiera. Él trató en todo momento de no desesperar, de mantener la compostura y ofrecer ante la concurrencia una imagen dura y difícilmente perturbable. Sin embargo, la sensación de indiferencia que transmitían los inquilinos de las localidades más cercanas al escenario comenzaba a desconcertar al inexperto intérprete.

Vocalizaba con delicadeza y acierto, gustándose en cada una de las notas, saboreando como podía su particular momento de gloria. Las manos le temblaban y se humedecían al ritmo del sudor nervioso. Cuando el compás de la música le otorgaba unos instantes de silencio, atravesaba con una mirada, de esquina a esquina, los rostros de quienes atendían a su canto, impertérritos. Algunas de esas caras le eran familiares, otras resultaban raramente expresivas, sobre todo las de los desconocidos.

El cantante proseguía su esfuerzo vocal vibrando, recreándose en cada palabra, limitado únicamente por su voz, que, inesperadamente, al momento comenzó a tornarse en quebradiza e irregular.

Cuando entonaba la última pieza de su reducido repertorio, cuando el final de su actuación se acercaba peligrosamente, una lágrima recorrió en un segundo su rosada mejilla derecha. Continuó cantando, con un nudo en la garganta, como intentando disimular que aquellos ojos, los de la primera fila, habían podido con él.

Entre el público, una voz desagradable y solemne cortó de cuajo el cantar de aquel joven, sin permitir siquiera la conclusión de aquel emocionado atrevimiento.

- Lo siento, chico. No eres lo que estamos buscando. Que pase el siguiente.

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