viernes, 27 de febrero de 2009

La crisis del deporte

El deporte no se salva de la crisis, y es normal. Los anunciantes y patrocinadores se retraen de invertir en los clubes porque difícilmente sacan sus cuentas adelante. Y los equipos sufren esta bajada de ingresos. El principal problema de las arcas de los clubes - sobre todo de fútbol - se asemeja a la avaricia de los tiburones de Wall Street que ha derribado tantos naipes últimamente. Y a esa avaricia de los dirigentes, que no suelen meterse en líos por amor al arte, se ha unido una burbuja capaz de pagar cinco millones de euros anuales a un jugador de fútbol o de comprar un equipo sin tener dinero, o de introducirse en chanchullos urbanísticos y favores varios a costa del contribuyente. Por principio pienso que la importancia del deporte hoy está sobrevalorada. Y lo digo yo, que disfruto con las hazañas de los atletas y sus esfuerzos. Creo que se ha sustituido la afición sana por una devoción peligrosa de la que se han aprovechado muchos mangantes en sus sillones de presidente. La pregunta es si las instituciones públicas, léase ayuntamientos o diputaciones, deben intervenir para salvar las cuentas de los gestores inútiles y delicuentes. Yo creo que no. Los intereses del ciudadano de a pie discurren por otros caminos, aunque entiendo que sin su intervención centenares de clubes desaparecerían sin pagar un duro a sus jugadores. Es verdad que la situación económica actual es hasta cierto punto excepcional, pero qué fácil es comprobar que el negocio urbanístico se ha hundido a la misma velocidad que los clubes más modestos, y ahora, que algunos más grandecitos.

El Atlético de Madrid, por ejemplo, que jaleaba hace pocos lustros a Jesús Gil, hoy llora las consecuencias de sus desmanes y delitos, que le han llevado a vender su estadio. El Valencia, liderado por empresarios temerarios, no puede pagar sus nóminas, y deberá deshacerse a sus jugadores más importantes para sobrevivir. Y en la NBA, pese al límite salarial que pone tope a los sueldos de sus jugadores, las pérdidas son gigantescas, y ya se ha puesto en marcha un plan de rescate al más puro estilo Obama. Las entrañas del deporte, que a veces son las cloacas, por mucho que las perfumen, sufren la crisis, pero también las pendencias de los aprovechados. Los espectadores rasos, como yo, seguiremos disfrutand0 de lo que se cuece en el campo. Lo de fuera, que lo arreglen los responsables. Las instituciones pueden ayudar, pero la justicia también.

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