lunes, 23 de febrero de 2009

Pecados

Júbilo universal porque una españolita ha llegado a lo más alto y ha recibido una estatuilla que pesa más de lo que parece. Es para sentirse orgulloso, aunque no me gusta apropiarme de los éxitos del vecino, por muy compatriota que sea. En la política es habitual, además de salir en la foto, atribuirse un pedazo de medalla o de diploma del deportista. Pero si mañana saliera a la palestra alguno de nuestros estadistas participando de los éxitos de David Bisbal por el mundo o de las ventas de Ruiz Zafón, convendríamos en la ridiculez del argumento. Desde luego los triunfos de los españoles no provienen de los esfuerzos de los gobiernos, sino de su propia capacidad, que en ocasiones se ha labrado lejos de nuestro país. El político sólo se arrima cuando presiente el rédito electoral o el aumento de la popularidad.

Digo esto porque intento ahondar en los pecados capitales de los españoles, a modo de investigación sociológica. Deseché la envidia porque implicaba un punto de admiración hacia el envidiado, y en la mayoría de las ocasiones se reduce a un desprecio por los valores del exitoso y diligente. Desde luego la gula está muy extendida entre nosotros, pero nunca he pensado que sea un pecado, sino un placer venial que no hace mal a nadie salvo a nuestro nivel de colesterol. La ira depende del escenario. Si surge a los mandos de un coche en un incidente de tráfico, se multiplica su intensidad. De la avaricia - léase tacaño o rata -, siempre encontramos algún rastro. La lujuria está por todas partes, en la televisión, en la calle, en el ordenador. La pereza no es un pecado propiamente dicho. El cuerpo necesita descansar, y el abuso del descanso es sólo una licencia que se toma nuestro metabolismo. Las horas de sueño no son penitenciales. La soberbia, para terminar, califica a los altivos, y quizá sea el valor que más detesto, el de otear a la misma altura como si te vieran desde el Aconcagua. Pero falta uno que Dante no incluyó en su lista de males humanos. La cursilería. Ese pozo sin fondo donde arrojan sus artefactos los políticos, artistas, creadores del pensamiento. También nos ha tocado a todos en algún momento. Yo procuro alejarme de sus cantos de sirena y centrarme en la gula, que es mucho más sana.

Enhorabuena a Penélope Cruz. Espero que nadie más se dé por aludido.

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