jueves, 26 de febrero de 2009

Atraso

¿Qué es el gasto social? Es un término que escucho muy a menudo en los mítines políticos, y que persuade a las masas de que los impuestos recaudados redundarán en los propios inversores. Es una presunción lógica. Savater dice que son malos los políticos que mienten, ¿pero tendrían alguna posibilidad de éxito si vendieran realismo desde su atril? El gasto del contribuyente, sin el que no se sostiene ningún estado serio, debe aprovecharse, o al menos parecer que así es. Pero el ciudadano - en este caso yo - percibe que los beneficios del bienestar social más que tocarnos, nos rozan sin que nos demos cuenta. Más aún en tiempos de crisis, ajuste de la economía, desaceleración o el eufemismo que más convenga. En otros países de nuestro entorno - otra expresión del poder -, existen innumerables ayudas a las mujeres embarazadas, a quienes no superan el salario medio, unas pensiones dignas, ayudas para la vivienda. Parece que vivimos fuera de nuestro entorno, en una periferia de retraso perpetuo.

Cuando escucho que el ministro de turno argumenta acaloradamente que el gasto social no se recortará pese a las dificultades económicas, tengo que reírme por no llorar. En este país no catamos los pregones del estado, porque se invierte en las dietas, en aumentar el número de funcionarios, en campañas de autobombo y en financiar a clubes de fútbol insolventes. Los escasos gestos plausibles hacia el ciudadano se pierden en cifras y descuentos de hamburguesería. La justicia está en pie de guerra, la sanidad es manifiestamente mejorable, y la educación se dispersa en 17 autonomías con 17 métodos, libros y temarios. Creo que estamos más atrás de lo que pensamos, que de la ejemplar transición han pasado 30 años y que corremos el riesgo de exportar el modelo de Andalucía a toda España. No es una cuestión exclusiva del partido en el poder, es un problema de estructura. Estamos a la cola de la Unión Europea en unas cuantas estadísticas. No podemos dar la vuelta al papel y quedarnos tranquilos. Por todo esto, el que promete realidades en la campaña electoral está muerto. Tiene que vender la luna.

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