martes, 24 de febrero de 2009

El muñeco

Me encanta el perfil del dimisionario. Sale con la cabeza alta, es un ejemplo para los políticos, pero él no ha hecho nada malo, le han empujado al abismo los manipuladores de la realidad. ¿Por qué habría de renunciar a su cargo si tuviera la conciencia tranquila? ¿Porque no se siente con ánimos? Débil razón para quienes se aferran a la silla con fuerzas sobrehumanas. Sospecho que su salida ha sido un alivio para sus superiores, que no le han conminado a quedarse, a continuar con su labor diligente al frente del ministerio. La huelga de jueces y de funcionarios de justicia ha acelerado el trámite, que arrancó con el despiste cinegético. Creo que la historia de la licencia es lo menos importante de todo. En la política es necesario guardar las formas, y no conviene traslucir que después de tantos años la justicia se corrompe y adquiere un tono de amiguismo peligroso.

La oposición pierde el saco contra el que golpear y desahogar sus lamentos. Su horizonte no es sencillo, con tres elecciones por delante en las que tiene complicado salir victorioso, pero que, admitidas las combinaciones, pueden reportarles alguna alegría. La corrupción, como el eufemismo y la nadería, es inherente a los que están cerca del poder. La honradez para quitarse de en medio y asumir las responsabilidades es tarea de quienes buscan la eternidad en nuestra joven democracia. Seguirán cruzándose las balas para derribar al muñeco, aunque estos están bien agarrados al suelo. Los incompetentes, los delincuentes y los corruptos van cayendo poco a poco, pero nacen otros nuevos.

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