miércoles, 11 de febrero de 2009

Israel

La atención planetaria que se prestó a las elecciones en Estados Unidos tenía su lógica. No solo se barruntaba el final de los gobiernos republicanos por unos años, sino que el aspirante máximo era negro, joven, y su segundo nombre era Hussein. Ayer se celebraron elecciones en otro lugar caliente del mundo, en Israel. Han concurrido cuatro candidatos con opciones de formar gobierno, y resulta intrigante pensar en las alianzas para llegar al poder y las condiciones de los partidos minoritarios. Avigdor Lieberman, líder de Beitenu, será la llave del gobierno del país. El problema es su voluntad de devolver a Palestina a los árabes que residen en Israel legalmente y alguna de sus declaraciones: “debemos continuar combatiendo a Hamas como Estados Unidos combatió a los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial”.

Entre tanto debate parlamentario estéril, conmemoraciones del 23-F y la vuelta del buen tiempo se nos escapa lo realmente importante. El ejército más fuerte del mundo estará dirigido por los gobernantes más guerreros y peligrosos que han concurrido a estas elecciones. Y esto no es ninguna tontería. Las relaciones con Irán, la guerra con Hamás y los nuevos tratos con Obama, que pudo respirar al jurar su cargo después de la tregua en Gaza. Hay muchos asuntos y pocas esperanzas. La guerra hace ganar mucho dinero. Y Ariel Sharon sigue en el hospital. Si levantara la cabeza...

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