jueves, 8 de enero de 2009

Yugos

Las unanimidades, como la objetividad, no existen. Por suerte. Recordamos aquellos congresos políticos a la búlgara, votando con el filo de la navaja en el cuello, con sus favores, las desconfianzas, las obligaciones. Qué tristeza provoca imaginar un mundo subyugado por el totalitarismo de antaño, el de la muerte por la discrepancia. El problema es que perdura, aunque se camufle bajo vagas ideas de aperturismo. Después de los Juegos Olímpicos de Pekín llegó el vacío, aquellos ojos de medio mundo que recelaban del comunismo capitalista de China miran ya para otro lado. Cuba cumple 50 años de revolución barbuda. Aparte de ser muy aplaudida y mitificada por el pop art, poco progreso ha traído a la isla. Nosotros, en cambio, frecuentamos internet libremente, podemos expresarnos contra el poder establecido, salir del país sin problema alguno, y conocer que en países lejanos no se puede levantar la voz. Bendita sea la discrepancia y la cultura, que no conocerán en esos paraísos hasta que cesen las iluminaciones de comandantes e inquisidores. Ya les vale.

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