lunes, 26 de enero de 2009

Tengo una pregunta

Leo en la prensa que el Presidente del Gobierno se enfrentará esta noche a las preguntas de 100 ciudadanos en el programa de Televisión Española. De ellos, cinco están en el paro. No me parece justo. Ese auditorio, que se supone representa a un extracto de la sociedad española, debería acoger a 14 personas desempleadas, el porcentaje de paro que el Ministerio de Trabajo hizo público hace unos días. No se trata de poner contra las cuerdas a nadie, ni de dramatizar (nunca es suficiente) el problema más grave para una economía, que consiste en que sus ciudadanos no puedan acceder a un trabajo, no perciban salario, no creen riqueza, y además, cuesten dinero al Estado con motivo de las prestaciones por desempleo. El asunto es hablar de las cosas que importan.

Los políticos, y todavía más los que están en el poder, conocen bien el arte de irse por las ramas, de caminar por los cerros de Úbeda. Si torean las preguntas de los periodistas, ¿cómo no van a hacerlo cuando cien ciudadanos les hablan de sus problemas, de sus trabajos, de sus calles, de sus miedos, de sus falsas promesas, del precio de un café? Como producto televisivo, "Tengo una pregunta para usted" es estupendo, un programa transparente y directo. Pero sus protagonistas suelen ser poco ágiles y muy previsibles, se enrocan en el atril y ponen buena cara mientras piensan la siguiente respuesta. A veces preferiría que cualquiera de esos cien, parado o no, fuese quien respondiera. Aprenderíamos mucho más.

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