lunes, 1 de marzo de 2010

La perfección de la catástrofe

Desconozco con qué singular sentido del humor o estricta pose meteorológica terminamos por hablar de la “tormenta perfecta”, cuando genera tantas imperfecciones en la vida cotidiana del ser humano hasta el punto de hacer volar a la gente sin necesidad de viajes espaciales para millonarios. Mientras en España el personal se entregaba a la explicación cristiana de la ciclogénesis explosiva, en Chile la tierra temblaba, obviando las perfecciones, y con ella muchas vidas, estanterías, carreteras y puentes. Skármeta habla de la silueta estilizada de un “país de delgada forma extravagante” y por tanto vulnerable. A la pujanza de sus últimos años se opuso tiempo atrás la crueldad de un régimen militar y la peculiaridad de su posición en el mapa, estrecha y larga, limitada a un lado por la inmensidad del Pacífico y al otro, por las cumbres andinas. La catástrofe nacional coincide con el cambio de gobierno en el país, cuyo nuevo mandatario, Sebastián Piñera, tendrá que afrontar una inesperada tarea, la de levantar el ánimo de sus compatriotas y reconstruir las zonas más devastadas de Santiago, capital y epicentro del seísmo.

8´8 grados de magnitud (que no de escala Richter). Afortunadamente, Chile es uno de los países más prósperos de Sudamérica y podrá resistir este duro golpe. En Viña del Mar se celebraba estos días el Congreso de la Lengua, con la participación de la Real Academia Española. Las circunstancias han obligado a suspenderlo, aunque se desarrollará a través de la red un congreso virtual. Chile trata de reponerse de la catástrofe y combatir los problemas derivados del temblor: los saqueos, las fugas de presidiarios y las dificultades de desplazamiento a través de las carreteras derruidas. El ejército hace su trabajo en las calles y Michelle Bachelet agota sus últimos días en el gobierno con planes de urgencia que mitiguen el desconcierto de los primeros momentos.

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