miércoles, 1 de abril de 2009

El rumor

Siempre se dijo que la escasez agudiza el ingenio, igual que la censura fomenta la creatividad. No lo veo tan claro. Azcona decía en una entrevista antológica que si así fuera los escritores harían cola en la puerta de la iglesia y el África más pobre estaría repleto de premios Nobel. Así, con ironía, esa a la que aspiran los humoristas de profesión, aclaraba los mitos sobre la dictadura y el arte. Determinadas medias verdades o medias mentiras sobreviven al paso del tiempo y se incorporan como dogmas de fe al inventario de todos los días, al abrigo de los tópicos o las habladurías más profanas. He experimentado con seres humanos (no se me entienda mal) el arte del rumor y el chisme. Una vez introducida en una tertulia, la falacia vuela alto y se prodiga por los corrillos sin advertir que se trata de un engaño difícil de creer. Quizá por eso en España tienen tanto recorrido las historias que todo el mundo afirma saber sin tener la más mínima prueba, especialmente en lo tocante a historias oscuras de personajes de prestigio. La realeza, el gobierno o el deportista más ejemplar siempre esconden un envés intrigante que, oh sorpresa, nunca ha existido.

El auge de la prensa del corazón y del resto de vísceras ha fomentado el gusto por el despiste y la confusión. En una encuesta reciente se constataba que nuestro país era el más aficionado a la invención de rumores sobre personajes públicos. A cual más disparatado, por cierto. Agradezco al cielo no formar parte del elenco del famoseo en cualquiera de sus manifestaciones. El rumor como divertimento es entendible, pero la insidia es ofensiva, sobre todo si se pone al servicio de miles de personas.

Por cierto, ¿sabían que...?

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