domingo, 30 de noviembre de 2008

Viaje a ninguna parte

Uno recuerda piratas surcando los mares, con parche en el ojo, sin pata de palo, eso era lo de menos. Lo de más eran sus barcos, Long John Silver, sus abordajes o los latinajos de corsarios naufragados por galos indomables. Los de ahora llevan GPS, lanzagranadas y lanchas motoras. Nuestros pescadores sortean el peligro y se juegan el pan para traernos los peces. Una vida dura. Desde el golfo de Vizcaya hasta el Índico africano con el miedo en el cuerpo navegan nuestros pesqueros. No trabajan en las costas somalíes por placer, es que nos hemos terminado ya la fauna de nuestros mares.
Es curiosa la relación del ocio con el negocio. Normalmente vivimos donde trabajamos. O trabajamos donde vivimos. Nos apegamos a nuestro refugio para descansar de las horas de labores a lo largo del día. Pero los viajeros por obligación, habitantes habituales de los hoteles y las cabinas de los camiones, hacen de su viaje su propia vida. La línea recta es la distancia más corta entre dos puntos, aunque no está mal frecuentar de vez en cuando carreteras secundarias y dar algún rodeo. Tendríamos tiempo para cruzarnos con gente interesante. En las cunetas no hay piratas.

1 comentario:

El que estuvo allí dijo...

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