martes, 23 de febrero de 2010

Patrimonio

Los políticos, o más concretamente los que ejercen cargos oficiales, acostumbran a echar mano del humor a la hora de hacer públicos sus bienes. Hoy se ha conocido la cifra de la cuenta corriente de Francisco Camps según él mismo ha declarado a las Cortes Valencianas: 905 euros. Aquí es cuando suena una carcajada. Manuel Chaves, hoy ministro, se defendió en “Tengo una pregunta para usted” de una cuestión acerca de su patrimonio. Oficialmente posee algo más de 21.000 euros en cuenta corriente además de la casa y el coche. Resulta complicado articular un discurso mínimamente alejado de la demagogia, ese ejercicio a veces sano. Dejando a un lado las triquiñuelas de este tipo de declaraciones de ingresos, el mero hecho de hacer creer a la ciudadanía que uno sufre las mismas calamidades que un humilde pensionista es extremadamente obsceno. No hablamos de la contradicción entre los usurpadores de nuestros impuestos y los políticos rectos, sino de los desafortunados manejos del poder y la falta de transparencia de sus actividades.

Se debatió en el Congreso hace unos meses a puerta cerrada el asunto de la compatibilidad de ocupaciones de los señores diputados. Muchos perciben ingresos a través de otros empleos, tienen empresas, participan en tertulias, asesoran a compañías. Esto no tiene por qué ser malo. Sin embargo, la ubicuidad se funde con la ineptitud cuando tanta atención a sus tareas secundarias hace descuidar la labor principal para la que fueron elegidos: representar a los ciudadanos en el Parlamento defendiendo sus intereses (y los de su partido, faltaría más). La imagen que desprenden los plenos es desagradable. Los escaños vacíos, la desbandada masiva cuando toman la palabra los grupos minoritarios, las vacaciones perpetuas, los espectáculos infantiles. Tenemos suficiente con el bipartidismo feroz, la politización de la justicia, el cinismo y la cursilería de nuestros representantes para que además nos tomen el pelo a cuenta de sus maltrechas economías. Dudo que alguien esté dispuesto a pasar por el aro.

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