martes, 31 de marzo de 2009

Política y televisión

Las preguntas que los ciudadanos lanzaron a Rajoy no fueron ni fáciles ni difíciles. Zapatero, en cambio, tuvo que lidiar con más de una incomodidad, y cualquiera pudo percibir su rubor ante las interpelaciones, como cuando en un examen te das cuenta de que esa no te la sabes y vas a tener que inventártela. El formato, por democrático, es modélico. Y resulta gracioso ver cómo han evolucionado sus invitados. Desde el primero, nervioso e inexperto, hasta este último Rajoy, que cuidó todos los detalles, su indumentaria y hasta su bolígrafo azul de andar por casa, eso sí, con capuchón. El ambiente de las calles, y los bares se condensa entre los entrevistadores. Los temas de sus cuestiones resumen bastante bien el sentir de los mortales, pero en los políticos se echa en falta algo de emoción, que no de populismo lagrimero, a la hora de dar soluciones. Rajoy no es el paradigma de gentleman de la comunicación política (físicamente), pero se defiende más que bien en este programa. Tiene buena memoria, articula bien su discurso y es capaz de disimular algunas opiniones y suavizarlas para su correcta digestión entre el público asistente.

El siguiente paso es organizar un debate electoral presentable cuando lleguen los comicios. Los que precedieron a las últimas elecciones fueron novedosos pero muy fríos. Los periodistas no participaron del debate, simplemente moderaron a modo de máquinas. Ya que los candidatos son capaces de enfrentarse a cien ciudadanos sin noción alguna de las preguntas, ¿por qué no una mesa de periodistas que dirija el debate e intervenga cuando algo no está claro? No creo que sea cuestión de miedo, sino de valentía. Quizá tengan mucho que perder, pero hay que seguir dando pasos para hacer habituales cosas que antes eran impensables. Entonces sí, nos igualaríamos con los países de nuestro entorno. Esos que tanto se mientan cuando interesa.

lunes, 30 de marzo de 2009

El compás

Dice Rodríguez Ibarra, lúcido e ínclito dinosaurio del socialismo, que el gobierno lo forman los mismos que abandonarían en primer lugar un barco a la deriva, es decir, los ancianos, las mujeres y los niños. Con las obligaciones paritarias de nuevo cuño, los ministerios han cambiado el perfil de sus inquilinos. Algunos gobiernos autonómicos han reducido su número de consejerías por una cuestión de ahorro ahora que la crisis aprieta y ahoga, pero también por decoro. Los nuevos departamentos y sus puestos de responsabilidad son siempre motivo de polémica. ¿Un ministerio de Igualdad? ¿Es realmente necesario un ministro de Cultura o la cultura se maneja sola? ¿Cuáles son los mayores logros del ministerio de Vivienda? ¿La remodelación que tiene prevista Zapatero incluirá la eliminación de alguna de las carteras? Lo dudo.

Obviamente no existe un criterio único para el nombramiento de los altos cargos. Pero se sobreentiende, como el sujeto omitido, que el aspirante debería aunar cierta experiencia, buena imagen pública, diligencia en sus quehaceres preministeriales y cualidades para el trabajo en equipo. No sé si todos los ministros cumplen estos requisitos. Los niños a los que se refiere Ibarra seguramente señalan a Bibiana Aído, treintañera y titular de escasa experiencia en cargos de enjundia más allá de la curiosa Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco. Digo curiosa porque juraría que el flamenco, como antes decíamos de la cultura, tiende a caminar solo y con excelente paso al margen de las subvenciones e intervenciones políticas. Los ancianos se reducen esencialmente al nombre de Pedro Solbes, veterano de numerosos gabinetes, y las mujeres son las ministras del gobierno.

Ibarra ha puesto el dedo en la llaga y ha reavivado un debate interesante sobre los méritos y las cuotas en los gobiernos. El asunto de la dedocracia es que se haga notar lo menos posible y que los nombramientos no se realicen con escuadra y cartabón, sino con un compás. Uno corre el riesgo de pincharse pero el abanico es mucho más amplio y la posibilidad de acertar, también.

domingo, 29 de marzo de 2009

Malas noticias

Ha caído como una losa el primer susto serio para los ahorradores. El Banco de España ha intervenido la Caja de Castilla La Mancha y ha destituido a su consejo de administración. Las autoridades se apresuran a aclarar que se trata de un problema de liquidez y no de quiebra ni agujeros, pero es comprensible que quien haya confiado a la Caja su dinero esté bastante preocupado. Todo esto se produce cuando se barrunta una posible fusión entre CCM y Unicaja. La salud cardiaca del personal no está para aguantar demasiados sobresaltos en estos tiempos, aunque algunos, tímidamente, empiezan a percibir ciertos signos de recuperación que nadie ha contrastado a ciencia cierta.

Zapatero, mientras tanto, se ha exiliado en Chile huyendo del ajetreo que se respira por estas tierras. En Viña del Mar, lugar de festivales de la canción y de un modesto torneo de tenis, se ha reunido con el vice americano, Joe Biden, aquel señor que siempre salía detrás de Obama durante su campaña. Dado que este viaje no estaba previsto, siempre se podrá vender la foto con el gerifalte estadounidense como un triunfo diplomático y la aclaración definitiva del asunto de Kosovo. Aún así, los problemas para el presidente no tienen pinta de acabar. Por delante tiene la aprobación de sus enésimas medidas contra la crisis, la espontánea ley del aborto y el goteo de malas noticias económicas, que no se disiparán sólo con buenas intenciones. Esperemos que vaya resolviendo los entuertos a la misma velocidad que los genera últimamente. Sería buena señal.


viernes, 27 de marzo de 2009

Gallardón y octubre

Este otoño se decide en Copenhague si Madrid será la sede de los Juegos Olímpicos de 2016. La experiencia española anterior, en Barcelona, resultó ser espectacular, transformó completamente la ciudad y fue capaz de exportar una imagen moderna de nuestro país, y en vísperas de la futura convergencia económica y monetaria europea. Pero también originó, dado el gasto del evento y su coincidencia con la Expo de Sevilla, una crisis que acabó, lentamente, extinguiendo al gobierno de Felipe González y muchos bolsillos de los españoles. Madrid no necesita esa catarsis, porque según los datos de su candidatura están desarrolladas la mayoría de las infraestructuras. Creo que este tipo de eventos no son la panacea de la universalidad ni la transparencia, pero son capaces de aunar esfuerzos y contagiar un espíritu sano a la ciudadanía. Madrid, villa capital del reino, siempre ha suspirado por los Juegos Olímpicos. Todas las grandes capitales europeas han organizado algunos Juegos en su historia. Algunas, incluso, han repetido.

Gallardón se ha implicado más que nadie en esta aventura. Si no consigue su objetivo en octubre, el proyecto se disipará por saturación, como suele ocurrir con este tipo de candidaturas. Pero si triunfa y se alza con la antorcha griega, la imagen del alcalde rejuvenecerá unos cuantos años. Quizá los mismos años que le alejan de otras responsabilidades de altos vuelos en este país. Ya veremos.

jueves, 26 de marzo de 2009

Imprecisiones

Ayer debatieron en La 1, ante una entendible indiferencia, los represantantes de los estamentos fundamentales del estado. El gobierno, la oposición, los sindicatos, los empresarios y la periodista. Quizá lo más interesante de la mesa sea la templanza de la moderadora, que soporta interrupciones y largas cambiadas de los contertulios que huyen de las preguntas demasiado concretas. Mi sensación del coloquio, más político que práctico, aunque se sobreentienda, es que cada uno defendió sus posiciones, y especialmente el gobierno, en cuyo nombre el Ministro de Trabajo se refugió de las verdades bajo el paraguas del "ya saldremos y será pronto". Poca precisión y demasiada esperanza. Ojalá tenga razón.

Leí hace unas semanas en un suplemento dominical que Canadá era uno de los pocos, o el único, país que no sufría la crisis. Sus reservas y previsiones le hacían inmune a la catástrofe económica que asolaba el resto del mundo. Sí, se trata de un integrante del G-8, con cierto aire a nación fantasma, pero es un ejemplo de diligencia para el resto de economías. Su vecino de abajo se plantea reformar su sistema por completo, mientras que Europa baila entre la escasa popularidad de sus gobernantes y las dificultades prácticas del euro y las políticas comunes. Además de la policía montada y las habilidades de Steve Nash, los canadienses abren camino en esto de la crisis. Deberíamos seguir su ejemplo. Son austeros, responsables y serios. Y no tratan de vender humo ni confundir al personal. Nuestra tertulia apocalíptica en la televisión pública fue plausible, pero poco efectiva a la hora de ilustrar a la audiencia. Pónganse a trabajar, por favor...

miércoles, 25 de marzo de 2009

Picasso en la plaza

La semana que viene se celebrará en Málaga la primera corrida "picassiana" de la historia. Neologismos al efecto aparte, Picasso era un amante de la tauromaquia y el evento aprovechará su arte para diseñar los trajes de luces de los toreros. Desconozco cuál será el resultado estético del experimento, o si se trata de una extravagancia para resaltar los valores culturales de nuestra tierra, que desgraciadamente van a golpe de aniversarios y conmemoraciones. La otra novedad del evento taurino es que será televisado, y no será a través de Canal Sur, sino en Telecinco, que busca el morbo, si es que lo hay, de la participación de Rivera Ordóñez en el festejo. Me interesa especialmente el aspecto ilustrado del toro, al que sin duda Picasso aportará su color y su contundencia. Su pasión entronca perfectamente con el espíritu del diestro, que se enfrenta al toro con incertidumbre y tensión, pero que busca la inspiración en el albero y la sangre.

Según Javier Ruibal, a Picasso ya se lo decía su abuela, "este niño que es un caso/apunta buenas maneras/pero cuando pinta un vaso/el agua la pone fuera". Rompió muchos esquemas en el arte, pero también en la vida. Su amor por las mujeres, su carácter imprevisible y su libertad infinita fraguaron el mito del malagueñito. Ahora su genio se vuelca en los toros. Puede parecer extraño, sobre todo si Telecinco está por medio, pero será interesante comprobar si la plaza adquiere dejes cubistas o el torero tiene un solo ojo. Nunca se sabe.

martes, 24 de marzo de 2009

El paraíso

Ayer La 2, la cadena fantasma que extrañamente emite tanta publicidad como las más vistas, programó una película interesante sobre Palestina. Paradise Now habla de dos jóvenes dispuestos a llevar una bomba en el pecho para sacrificarse por su pueblo y acceder al paraíso. Pero también habla de los instigadores de los delirios suicidas y los prebostes del fundamentalismo islámico, esos que alientan la muerte pero nunca se mojan las manos. Siempre me han confundido estos personajes, arengan a personas repletas de dudas y acaban encontrando su sentido de la vida, morir matando. Una tarea apocalíptica que decide sobre las vidas de los demás. Los dos suicidas albergan dudas, y se plantean el para qué de su obra religiosa y mortal.

Mucho se ha escrito sobre el suicidio (especialmente Durkheim) y la valentía o la inmoralidad de quien dispone de su propia vida, adelantando traumáticamente su final. En este caso, el de la muerte por un supuesto ideal, introducir el concepto del paraíso y los ángeles que recogen al héroe en su camino hasta el cielo de los inocentes resulta especialmente obsceno. El convencimiento de una nueva vida empuja a los terroristas, pero sus profetas jamás sacrificaron un pelo de su cuerpo. Viven entre montañas, protegidos por un séquito interminable y unas armas de lo más sofisticadas. Oran con devoción y celebran la multitud de ese paraíso imaginario que pueblan tantos inocentes confusos y tantos asesinos determinados. Qué felicidad coartada la de permanecer en este mundo terrenal. ¿Por qué no siguen ese camino celestial que han marcado a sus acólitos? Seguramente, y admítase la paradoja perversa, se vive mejor en este infierno.

lunes, 23 de marzo de 2009

Kosovo

Empieza la semana como casi siempre. Un nuevo triunfo de Nadal a miles de kilómetros, las rencillas eternas entre políticos y sus corrupciones y la traumática salida de nuestras tropas de Kosovo. Recuerdo muy bien el comienzo de los bombardeos de la OTAN contra Kosovo. Nunca he entendido la finalidad de ninguna guerra, y menos si quien la promueve es una alianza internacional, y tampoco lo entendí en 1999. La guerra de los Balcanes se consumía afortunadamente y los últimos criminales serbios se escondían de una más que probable muerte. Todavía hoy alguno sobrevive al abrigo de desconocidos. Kosovo es ahora una nación, al menos así lo consideran sus ciudadanos. El gobierno de España, que con tanto retintín recalca su autopublicidad, no ha reconocido su legitimidad como país. No podía hacerlo, teniendo dentro de sus fronteras partidos separatistas que abogan por la autodeterminación sin contar con el estado. Ahora las tropas españolas abandonan Kosovo coherentemente pero en el momento equivocado. La salvadora luz de Obama y nuestras relaciones con Estados Unidos parecen disiparse en un soplo. Pero llegan las declaraciones, esos bálsamos falsos y confusos que hablan de malentendidos, la panacea de la comunicación política junto con el chivo expiatorio.

Esta torpeza no le costará nada a nuestro gobierno, ninguna ruptura con el ejecutivo estadounidense. Sólo ha conseguido resucitar un lugar que para nosotros parecía ya olvidado. Ese lugar que a finales de los 90 se convirtió en el foco de otra guerra y sufrió los fogonazos de los misiles americanos. Un país, o lo que sea, que acogía tropas españolas, pese a que pocos de nosotros lo sabíamos a ciencia cierta. A veces parece que cualquier cosa que se haga está mal hecha. Lo parece. Pero es que hay que hacerla bien.

viernes, 20 de marzo de 2009

Tusitala

Supongo que alcanzar la eternidad cuesta mucho trabajo. Pocos logran perdurar en la memoria del personal y llevar a las mentes recuerdos agradables de su existencia. A cualquiera le gustaría ser uno de esos seres inmortales que descansan plácidamente mientras divisan la admiración que el mundo y la historia les profesan. Juan Antonio Cebrián, el radiofonista más transparente que he conocido, nos los presentaba de madrugada, mostrando sus aristas, sus vaivenes y sus logros. De todos los personajes de los que hablaba en aquellos pasajes de la historia, el más sugerente, además de la voluptuosa Mata-Hari, siempre fue Robert Louis Stevenson. Un narrador excepcional, un contador de historias increíbles que se sumergía en el alma de sus personajes. A él le debemos esa división radical del bien y el mal, el lado oscuro de Hyde y la diligencia de Jekyll, un reflejo apasionado de nuestra propia naturaleza. El Tusitala, como le llamaban sus compadres samoanos antes de su muerte por aquellos mares oceánicos, hizo del género de la literatura de aventuras un arte, desmontando esa estupidez todavía en boga de que son libros para niños y adolescentes. La Isla del Tesoro es una novela profunda y compleja, que desde la cabeza de un joven construye un mundo de piratas y traidores en busca de un sueño. Y aquel ensayo, El arte de escribir, es un ejemplo para quienes pretenden contar historias.

Aquel joven escocés, tuberculoso y amante de la noche nos ha legado una herencia magistral e imprescindible de cómo trasladar al lector la pasión por la vida y los viajes, por la aventura temeraria y valiente. Cebrián, el radiofonista que ya no está, comparte ya confidencias con Stevenson. Seguro que departen sobre las juergas de Edimburgo y sobre aquella noche de desvelo en la que surgieron las dos caras de nuestra esencia, Jekyll y Hyde.

Perdurar. Tusitala lo ha conseguido. Su espíritu todavía planea sobre las mentes con ganas de imaginar cosas.

jueves, 19 de marzo de 2009

Aprovechados

La demagogia en los tiempos de crisis es directamente proporcional a la preocupación que nos genera. Esta semana ha surgido en los medios un debate interesante. Los incentivos a los directivos de las grandes empresas. AIG, la mayor aseguradora del mundo, estadounidense, necesitó de un importante empujón del Estado para subsistir cuando la crisis comenzaba a devorar a los tiburones. Recibió del gobierno americano concretamente 170.000 millones de dólares. Tras superar las dificultades y enderezar su delicada situación, ha procedido a ingresar en las cuentas de sus ejecutivos y empleados el plus pactado en sus contratos. En realidad, este dinero asciende a 165.000 millones de dólares. Se ha puesto el grito en el cielo ante tal desvergüenza criminalizando los métodos de la aseguradora, que da protección a 74 millones de clientes en todo el mundo. Es curioso que el personal se rasgue las vestiduras cuando ha sido el Gobierno el responsable de que esta empresa privada continúe subsistiendo. Es cierto que en tiempos de crisis desembolsar esas cifras resulta obsceno para cualquiera. pero ¿puede el estado limitar los procedimientos de una empresa privada? No lo creo. Podrá, en virtud de las leyes, intervenir en casos de monopolio y desajuste de los mercados o en delitos financieros o económicos. Debió intervenir, efectivamente, cuando los ejecutivos de AIG gastaron fortunas en hoteles y lujos con sus propios fondos mientras su empresa se derrumbaba. Ahora resulta absurdo lamentarse. Los avariciosos y aprovechados se salieron con la suya, lo que, en estos tiempos, resulta especialmente sangrante.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Televisión

La publicidad es fundamental para la supervivencia de las empresas de comunicación. No hablo ya de los periódicos locales o las televisiones del pueblo, hablo de grandes compañías que integran numerosos medios asfixiados por la crisis. Y seguramente sea ese círculo vicioso de falta de fondos el que repercute en la escasa calidad e imaginación en los formatos televisivos. Los programas desaparecen de una semana para otra, o se recolocan en una franja horaria intrascendente. Lo que sucede detrás de las cámaras es muchísimo más interesante que lo que podamos ver por nuestras pantallas. Hay lucha de sables, fichajes con nocturnidad y alevosía, plagios más o menos sangrantes (como aquella infame máquina de la verdad) y recopilaciones en forma de zapping. La época dorada de la televisión (si es que existió alguna vez) albergó grandes ideas. Series novedosas que ahora buscamos por internet, concursos con chicha o espacios de humor decentes. Incluso las primeras temporadas de Los Simpson, saturadas hoy por Antena 3 en el horario del aperitivo.

La televisión está dando un giro hacia lo más barato, que no suele ser lo más rentable. Las audiencias corroboran que los grandes tiburones de las pantallas, como Telecinco, atraviesan su particular crisis. Y crisis quiere decir perder mucho dinero. Por eso, ahora que el público no acompaña demasiado a las cadenas, el día que logran un dato de audiencia fuera de lo normal lo publicitan como si fuera el spot de Freixenet, recreándose en los números, pinchando al competidor. Parece que los gurús y los formatos novedosos se guardaron en un cajón por un tiempo. Espero que alguien los recupere, aunque sea después de la crisis.

martes, 17 de marzo de 2009

Universo

Siempre me ha interesado la naturaleza de los idiomas, su procedencia y su aprendizaje. Por eso es interesante recordar aquel proyecto universal de comunicación, el esperanto. Aquella idea, abrazando a todas las lenguas del mundo, trató de captar lo mejor- y más sencillo - de todas ellas para construir un edificio de palabras artificiales. No funcionó como esperaba su creador, el doctor Zamenhof, aunque todavía hoy existe una comunidad de un millón de personas que lo domina y lo habla con cierta regularidad. Es curioso comprobar que la homologación mundial no suele resultar, pero no sólo en lo fundamental, también en otros campos más triviales. Los mercados financieros, los aeropuertos, los enchufes, o los aparatos electrónicos en general tienen dificultades para acercarse.

La universalidad se rige por leyes parecidas, aunque no se cumplen en las mismas condiciones en todo el planeta. Existen lenguajes comunes, ocurre en el amor, en el deporte o en el arte. Pero en lo tocante a lenguas, pese a la supremacía del inglés (inexorablemente heterogéneo), no hemos encontrado un método de comunicación más allá de la mímica del turista. Quizá sea mejor así. Nos ofrece el gusto de aprender idiomas lejanos al nuestro, y nos invita a superarnos para sobrevivir en otras tierras. No me gustaría que aquel proyecto idealista de Zamenhof desapareciera. Encierra una esencia de universalidad, esa misma que pregonan los políticos para salir de la crisis y mejorar el mundo. Grandes palabras, pequeñas realidades.

jueves, 12 de marzo de 2009

Violencia

Michael Moore hablaba en Bowling for Columbine de los riesgos de las armas y de la hipocresía de la sociedad americana, más preocupada por el puritanismo excéntrico que por las pistolas de sus hijos. Siguen ocurriendo los asesinatos múltiples de inadaptados en Estados Unidos. Pero también ocurre en Europa, y se supone que la legislación con respecto a las armas es bastante más restrictiva. En Alemania, el impacto por los crímenes de Winnenden ha sido brutal. Lo que más me aturde de estos hechos es el patrón que siempre siguen. Llegan las reacciones de rigor: era un chico normal, nunca sospecharíamos de él, o bien, era un chico introvertido, muy extraño y con ataques de agresividad, siempre le tuve miedo.

¿Vivimos en una sociedad violenta? Yo creo que sí. La violencia es un instinto que nos acompaña desde los orígenes de la humanidad. Pero es tarea de las sociedades la educación para una sociedad en paz. En las familias y en las escuelas. Y es necesaria una legislación responsable que restrinja al máximo el uso de las armas. En España, por suerte, no hemos presenciado ningún hecho parecido, pero podría llegar a pasar. Columbine fue el origen de esta fiebre de fanáticos suicidas, pero generó fascinación y terror a un tiempo. Moore explicaba en su película que en Canadá el número de pistolas es similar en proporción a las de los Estados Unidos, y no se producían este tipo de sucesos. El número de armas no es proporcional a su mal uso, pero genera un riesgo porque se desconoce quién es y cómo es el que está dispuesto a usarla. Es curioso que algunos de los personajes más destacados del siglo XX hayan muerto a punta de pistola: Gandhi, Kennedy, Malcolm X, Luther King. Por no hablar del terrorismo. No podemos quedarnos quietos cada vez que un joven arrasa la vida de quince personas, pensar que no será la última vez y verlo en la televisión como un delirio más de los países violentos. Hay que poner soluciones, no sólo prohibir las pistolas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Un mal sueño

El 11 de marzo, además de un día de infamia, fue un día gris e incómodo. Pese a que la primavera empezaba a florecer, el cielo oscurecía, y las mentes se centraban en la campaña que nos asediaba en aquellas fechas, y que se acercaba afortunadamente a su fin. Todo el mundo recuerda dónde estaba y qué hacía aquella mañana, pocos sentimientos humanos son más intensos que los de la memoria. En Madrid, una huelga universitaria alivió la mañana de lluvia para muchos estudiantes, que podían disfrutar de unas horas más de cama. Pero no todos, algunos centros abrieron sus clases con normalidad. Mejor dicho, lo hicieron durante muy poco tiempo, porque antes de que las clases comenzaran, la noticia había estallado y no dejó espacio ni ánimos para ninguna lección magistral. Después llegó un goteo de primicias de lo más desagradable y confuso. Los teléfonos se colapsaron, los centros de donación de sangre también. Salir a la calle era una experiencia impactante, las ambulancias quebraban un silencio incontestable, y una desazón invadía a los peatones, que se aferraban a que todo fuera un un mal sueño. Yo pensé que era un mal sueño, pero luego me desperté, y la realidad fue mucho peor que los presagios de la duermevela.

Después de unos años, muchas cosas han cambiado, o no tantas. Las familias jamás podrán olvidar, y han tenido que pasar por un juicio largo y criticado y por varias investigaciones paralelas, testimonios, filtraciones, pruebas y testigos de aquella tragedia. No sé si la experiencia traumática y dolorosa de aquel jueves nos ha servido para algo, pero me da la impresión de que no mucho. Laura Vega, una chica que hoy tiene 31 años, continúa en estado vegetativo en un hospital por las heridas del atentado. Es la prueba palpable de que aquel 11 de marzo no ha terminado todavía. Muchas víctimas se quejan de que las autoridades no les han prestado la atención ni las ayudas que necesitan. Seguramente tengan razón. Aquel día no supuso ninguna catarsis, al menos entre la clase política. Ni siquiera hoy han sido capaces de unirse para recordar a la gente que perdió la vida. Yo sentí que aquel dolor también me tocaba a mí. Pero no tenía clase, yo estaba dormido.


martes, 10 de marzo de 2009

Aviones

Este fin de semana he comprobado la comodidad de los aviones. Tuve suerte con la puntualidad, gibraltareña más que británica, y llegué a mi destino cómodamente. Lo que más me sorprendió - no volaba desde 2005 - fue que me conminaran a quitarme los zapatos en el control de seguridad. Después de depositar todas mis pertenencias susceptibles de transgredir la seguridad nacional en una bandeja el arco continuaba sonando, así que la responsable me invitó amablemente a pasar mi calzado por los rayos x. No creo que descubrieran nada extraño en mis zapatos, ya que pude acceder a la zona de embarque con normalidad, aunque descalzo. Suerte que los calores empiezan a visitarnos y el tacto de mis calcetines con el suelo del aeropuerto no modificó mi temperatura corporal, muy sensible a los cambios bruscos en la meteorología. Eso sí, cuando me duele la rodilla no suele llover nunca, es que me he dado un golpe con la mesa de mi cuarto.

Me fascinan las rutinas del transporte. Cuando el avión aterriza, todos los pasajeros se afanan en hacerse fuertes para coger su equipaje de mano. El civismo ordenado, ese que solo frecuentamos en los simulacros de catástrofes, no es amigo de los aviones. Sería conveniente que las azafatas, o azafatos (no quiero que se me eche encima el colectivo machista), advirtieran al personal que todo el mundo puede salir de la nave si espera a que el vecino coja su maleta y enfile la escalera. Poca paciencia observé entre mis congéneres. Mi plaza, junto a la ventanilla, me aconsejaba salir el último y aguardar en la cola a que, desordenadamente, el avión fuera desalojado. Otro síntoma interesante del ansia humana llega a la hora de desabrochar los cinturones. La tripulación ruega que no se retiren hasta que el avión esté totalmente parado y las luces indicativas se apaguen. Imposible. Escuché el sonido de los cinturones 20 veces antes de tiempo. No sé si soy demasiado precavido o demasiado quisquilloso. Desde luego, los vuelos son de lo más entretenido. Tengo que repetir pronto. Cuidaré más el estado de mis calcetines, tienen que dar buena impresión.

lunes, 9 de marzo de 2009

Rojo y negro

Uno enciende la televisión por la mañana y se da de frente con las peores noticias. Violadores reincidentes en libertad, asesinos y ladrones retorcidos en busca y captura, reflejos de la crisis, indigencia, desgracia. Una parte importante de la realidad. Espero que haya otro lado, no tan oscuro, en el que podamos refugiarnos para augurar algún horizonte de esperanza. No lo encontraremos en el nuevo programa de Telecinco, Rojo y negro, que para simplificar es un programa de sucesos. Habíamos disfrutado del fin de lo macabro como espectáculo, pero resurgió este gusto por el escándalo y la sangre. Las series de forenses arrasaron las audiencias, los periodistas comentaban los crímenes en las tertulias, y se otorgaba mayor credibilidad al reportero que al policía. Es un pecado que nos ha lastrado y que genera obscenidades que rellenan programas, como entrevistar a una menor novia de un asesino.

Ya hablé de la virtuosa sentencia del italiano Vasile, "la ética en la televisión la marcan el público y la audiencia". Siguen a rajatabla este precepto. Me da miedo pensar hasta dónde llegará ese límite virtual, cuándo la vergüenza será mayor que el beneficio y dejaremos de hablar de sangre para hablar de soluciones. Tal vez la crisis de las televisiones se solucione con esos dos colores nada claros, el rojo y el negro. Ojalá fueran resúmenes de los partidos del Milan. Son del mismo color. Muy aburridos, pero mucho menos sangrientos.

domingo, 8 de marzo de 2009

Frío y caliente

Soy poco amigo de los días mundiales y las conmemoraciones pasajeras. El día de la mujer trabajadora, que se celebra hoy domingo, concita entrevistas con las mujeres del gobierno en los periódicos. Esto de pensar en las cuestiones cruciales de la sociedad un día al año, al menos oficialmente, no es un buen ejercicio de gimnasia mental. Y coincide curiosamente (o no) con la redacción de la nueva ley del aborto. Según la ínclita ministra de igualdad, el problema era que la ley no se hubiera aprobado antes. Puede ser, siempre nos ha costado mucho ponernos a la faena a la hora de llevar a las leyes los asuntos espinosos. No se puede legislar en caliente, y tampoco en frío, apuntan los más despiertos. Sólo pediría una cosa, aquello que parece patrimonio de la transición, el consenso de los políticos, más allá de su gusto por su talismán perpetuo, el chivo expiatorio.

Hablando de la temperatura de las leyes, el calor empieza a visitarnos. Es una buena señal. No sé si servirá para calentar las cabezas desentrenadas, pero al menos nos hace sudar, un síntoma de que vivimos.

sábado, 7 de marzo de 2009

El cantante

La vetusta atmósfera del auditorio y su ambiente refinado y selecto podrían inquietar a cualquiera. Él trató en todo momento de no desesperar, de mantener la compostura y ofrecer ante la concurrencia una imagen dura y difícilmente perturbable. Sin embargo, la sensación de indiferencia que transmitían los inquilinos de las localidades más cercanas al escenario comenzaba a desconcertar al inexperto intérprete.

Vocalizaba con delicadeza y acierto, gustándose en cada una de las notas, saboreando como podía su particular momento de gloria. Las manos le temblaban y se humedecían al ritmo del sudor nervioso. Cuando el compás de la música le otorgaba unos instantes de silencio, atravesaba con una mirada, de esquina a esquina, los rostros de quienes atendían a su canto, impertérritos. Algunas de esas caras le eran familiares, otras resultaban raramente expresivas, sobre todo las de los desconocidos.

El cantante proseguía su esfuerzo vocal vibrando, recreándose en cada palabra, limitado únicamente por su voz, que, inesperadamente, al momento comenzó a tornarse en quebradiza e irregular.

Cuando entonaba la última pieza de su reducido repertorio, cuando el final de su actuación se acercaba peligrosamente, una lágrima recorrió en un segundo su rosada mejilla derecha. Continuó cantando, con un nudo en la garganta, como intentando disimular que aquellos ojos, los de la primera fila, habían podido con él.

Entre el público, una voz desagradable y solemne cortó de cuajo el cantar de aquel joven, sin permitir siquiera la conclusión de aquel emocionado atrevimiento.

- Lo siento, chico. No eres lo que estamos buscando. Que pase el siguiente.

viernes, 6 de marzo de 2009

El tiempo y la galaxia

Recuerdo que hace un par de años el vicepresidente de la Xunta de Galicia, Anxo Quintana, propuso que su región disfrutara de un huso horario diferente al del resto de la península. Sospeché entonces que se trataba de una extravagancia nacionalista, como así fue, pero encerraba un asunto interesante, la medida del tiempo y su influencia en nuestra vida. Desde siempre, los cambios horarios con los que ahorramos energía han perturbado nuestras rutinas. Nos hacen despertar de noche o dormir menos, o sentir el cosquilleo del hambre en el estómago antes de tiempo. Las agujas del reloj pueden atenazar o liberar.

Quizá sea más importante medir los tiempos de las cosas que su mero aprovechamiento. Siempre hay un momento oportuno para entrar en acción. Y parece, ya que hablábamos de nacionalistas pintorescos, que este es el momento justo de que la historia cambie, aunque quienes detentan el poder se sientan ultrajados por una traición del españolismo. Efectivamente, como dijo Patxi López, y afortunadamente, el PNV no es ninguna religión ni tiene el monopolio del gobierno de los vascos. Así que, antes de que cambien la hora, el tiempo dira que un lehendakari no nacionalista se va a sentar en la silla de Ibarretxe. Su campaña para reírse de sí mismo y mimetizarse con Mr. Spock, además de ridícula, nos dejó algunas perlas: "hay un intento serio de otras galaxias de controlar la galaxia vasca". Pues se han salido con la suya. Y afortunadamente para él, no tendrá que abandonar la Vía Láctea. Bastará con que deje su despacho libre y se suba a otra nave. Tiempo al tiempo.

jueves, 5 de marzo de 2009

El chándal

En Cuba se han deshecho de los dos ministros de más peso (léase metafóricamente) del régimen por denostar con demasiadas ganas el capitalismo yanki y trabajar a su aire. Digamos que, sucintamente, ese ser indeterminado e indeterminante, Raúl/Fidel Castro, ha decidido que ya es hora de coger el timón y abrir la mano un poco, de cara a la galería, pero sin terminar soltando la moneda. El asunto ha llegado hasta el punto de que los despedidos han abandonado la disciplina del Partido Comunista de Cuba, quizá marcados de por vida por la cruz que los hermanos les han puesto. El problema, supongo, es que su protagonismo empezaba a ser molesto para el verdadero líder. Con las apariciones del preboste enfermo de Sierra Maestra era suficiente para transmitir la sensación de que nada ha cambiado en lo sustancial, que todo seguía como antes, aunque ahora la revolución se hace con un chándal Adidas.

La disidencia, exiliada o local, ve con escepticismo estos movimientos extraños en el gobierno cubano. Miami y La Habana siguen a la misma distancia pese al baile de nombres y los eternos gestos vacíos del régimen. Sarkozy será el siguiente líder en hacer una visita a Raúl Castro y su nuevo ministro de Exteriores, que tendrá las mismas funciones que el anterior, pero más vigiladas. Entre despidos, expulsiones, berrinches y artículos en Granma, la isla continúa aislada, y su eco se disipa entre los pelos de una barba que ha perdido la fuerza. Consecuencias de la involución, que no es lo mismo que revolución.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Días de radio

Woody Allen firmó hace ya unos años, antes de perpetrar algunos deslices exageradamente criticados, una película llamada Días de radio. Se trata de una historia de las ondas contada a través de un niño, que evoca su mayor afición, pegarse al transistor y disfrutar de un mundo contado y cantado. El adjetivo que mejor la describe es entrañable, aunque en su lugar seguramente convendría colocar deliciosa, que parece ser el término monopolizador del snobismo cultural en este país. Allen recrea con cariño los ambientes de los años '50 y el apogeo de los seriales, la música en directo y los locutores de voz profunda.

La radio, más allá de la emotiva imagen del cine, ha cambiado bastante. Abundan las tertulias, ahora traspasadas a la televisión, que han convertido el debate en trinchera y que pisan en otros momentos asuntos tan triviales como intrascendentes. La música se reduce a las emisoras especializadas. Copian formatos de éxito, los empaquetan y los transmiten a través de las ondas. No sé si a causa de la crisis, los locutores son sustituidos por la manida fórmula de la música sin pausa. Quizá los contenidos más demandados por los oyentes sean los informativos, y especialmente la información deportiva. Se ha perdido el encanto de una radio que ni yo mismo conocí, pero que Woody Allen logró mostrarme. Cuando terminé de ver la película me zambullí de nuevo en la realidad y en la (deliciosa) música de los 40 Principales y sus no-locutores.

martes, 3 de marzo de 2009

Obama

La leyenda de Obama continúa, y parece que está aprovechando su tiempo. Además, el otro día le veíamos en el Verizon Center de Washington presenciando el partido de NBA entre los Wizards y los Chicago Bulls, que necesitarán su apoyo y carisma si quieren clasificarse para los playoffs. Parece que algo está cambiando en Estados Unidos. Según cuentan, Obama ha desarrollado más medidas en un mes que Bush en dos años. Son medidas para hacer frente a la crisis, algunas de ellas repletas de sentido, como la de limitar los sueldos de los altos ejecutivos en las empresas, especialmente si sus desastrosas gestiones llevan a las compañías a la quiebra. Guántanamo se cierra y sus presos (algunos de ellos sin cargos) deberán repartirse por otras cárceles legales del mundo. En España nos hemos apuntado a la lista.

El sistema de sanidad de los Estados Unidos será mejorado, según ha prometido el presidente. Los fondos siempre estuvieron ahí, pero la presión de las grandes aseguradoras no ha permitido desarrollar una seguridad social tal y como la conocemos. Resulta inmoral y obsceno que quien necesita un transplante o un tratamiento de vida o muerte tenga que hipotecar sus bienes.

Cualquiera es capaz de distinguir las formas de unos y otros. Será interesante, lo más interesante, comprobar el pulso de Obama ante temas eternos de debate, como las torturas, las maneras de la CIA, las ventas de armamento, la hipocresía del cambio climático o el antiguo eje del mal. Él tiene la palabra, pero habrá que darle tiempo.

lunes, 2 de marzo de 2009

Victoria

Es sabido que en las elecciones todo el mundo gana. Gana la democracia, gana la sociedad, y ganan los partidos. En este caso, especialmente en el País Vasco, todos tienen algo de razón. El PNV ha ganado las elecciones, el PSE ha subido seis escaños, el PP ha aguantado el temporal y UPyD será la clave para un posible gobierno alternativo a los nacionalistas. No está mal que todo ocurra de una sola vez.

¿Respetamos las mayorías o fomentamos las coaliciones de gobierno? Hemos presenciado la formación de los gobiernos más rocambolescos con tal de sacar a un partido del poder. En el caso del País Vasco, parece probable que así sea. Los partidos nacionales se apoyan entre sí para terminar con 30 años de galaxia nacionalista y anhelos de independencia e introducir un cambio profundo en los oxidados engranajes del gobierno y la policía vasca. No será necesario un gobierno conjunto, sólo que se apoye la investidura de Patxi López. Quizá el cambio de criterio del PP de apoyar coaliciones en Euskadi y defender las mayorías en el resto de regiones sea solo un pecado venial.
Es bastante más recomendable el remedio que la enfermedad.