viernes, 27 de febrero de 2009

La crisis del deporte

El deporte no se salva de la crisis, y es normal. Los anunciantes y patrocinadores se retraen de invertir en los clubes porque difícilmente sacan sus cuentas adelante. Y los equipos sufren esta bajada de ingresos. El principal problema de las arcas de los clubes - sobre todo de fútbol - se asemeja a la avaricia de los tiburones de Wall Street que ha derribado tantos naipes últimamente. Y a esa avaricia de los dirigentes, que no suelen meterse en líos por amor al arte, se ha unido una burbuja capaz de pagar cinco millones de euros anuales a un jugador de fútbol o de comprar un equipo sin tener dinero, o de introducirse en chanchullos urbanísticos y favores varios a costa del contribuyente. Por principio pienso que la importancia del deporte hoy está sobrevalorada. Y lo digo yo, que disfruto con las hazañas de los atletas y sus esfuerzos. Creo que se ha sustituido la afición sana por una devoción peligrosa de la que se han aprovechado muchos mangantes en sus sillones de presidente. La pregunta es si las instituciones públicas, léase ayuntamientos o diputaciones, deben intervenir para salvar las cuentas de los gestores inútiles y delicuentes. Yo creo que no. Los intereses del ciudadano de a pie discurren por otros caminos, aunque entiendo que sin su intervención centenares de clubes desaparecerían sin pagar un duro a sus jugadores. Es verdad que la situación económica actual es hasta cierto punto excepcional, pero qué fácil es comprobar que el negocio urbanístico se ha hundido a la misma velocidad que los clubes más modestos, y ahora, que algunos más grandecitos.

El Atlético de Madrid, por ejemplo, que jaleaba hace pocos lustros a Jesús Gil, hoy llora las consecuencias de sus desmanes y delitos, que le han llevado a vender su estadio. El Valencia, liderado por empresarios temerarios, no puede pagar sus nóminas, y deberá deshacerse a sus jugadores más importantes para sobrevivir. Y en la NBA, pese al límite salarial que pone tope a los sueldos de sus jugadores, las pérdidas son gigantescas, y ya se ha puesto en marcha un plan de rescate al más puro estilo Obama. Las entrañas del deporte, que a veces son las cloacas, por mucho que las perfumen, sufren la crisis, pero también las pendencias de los aprovechados. Los espectadores rasos, como yo, seguiremos disfrutand0 de lo que se cuece en el campo. Lo de fuera, que lo arreglen los responsables. Las instituciones pueden ayudar, pero la justicia también.

jueves, 26 de febrero de 2009

Atraso

¿Qué es el gasto social? Es un término que escucho muy a menudo en los mítines políticos, y que persuade a las masas de que los impuestos recaudados redundarán en los propios inversores. Es una presunción lógica. Savater dice que son malos los políticos que mienten, ¿pero tendrían alguna posibilidad de éxito si vendieran realismo desde su atril? El gasto del contribuyente, sin el que no se sostiene ningún estado serio, debe aprovecharse, o al menos parecer que así es. Pero el ciudadano - en este caso yo - percibe que los beneficios del bienestar social más que tocarnos, nos rozan sin que nos demos cuenta. Más aún en tiempos de crisis, ajuste de la economía, desaceleración o el eufemismo que más convenga. En otros países de nuestro entorno - otra expresión del poder -, existen innumerables ayudas a las mujeres embarazadas, a quienes no superan el salario medio, unas pensiones dignas, ayudas para la vivienda. Parece que vivimos fuera de nuestro entorno, en una periferia de retraso perpetuo.

Cuando escucho que el ministro de turno argumenta acaloradamente que el gasto social no se recortará pese a las dificultades económicas, tengo que reírme por no llorar. En este país no catamos los pregones del estado, porque se invierte en las dietas, en aumentar el número de funcionarios, en campañas de autobombo y en financiar a clubes de fútbol insolventes. Los escasos gestos plausibles hacia el ciudadano se pierden en cifras y descuentos de hamburguesería. La justicia está en pie de guerra, la sanidad es manifiestamente mejorable, y la educación se dispersa en 17 autonomías con 17 métodos, libros y temarios. Creo que estamos más atrás de lo que pensamos, que de la ejemplar transición han pasado 30 años y que corremos el riesgo de exportar el modelo de Andalucía a toda España. No es una cuestión exclusiva del partido en el poder, es un problema de estructura. Estamos a la cola de la Unión Europea en unas cuantas estadísticas. No podemos dar la vuelta al papel y quedarnos tranquilos. Por todo esto, el que promete realidades en la campaña electoral está muerto. Tiene que vender la luna.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Libremente

Supongo que todo el mundo ha visto las imágenes de Emilio Gutiérrez, el ciudadano de Lazkao que entró por la fuerza en una herriko taberna de su pueblo para destrozar todo lo que encontró. Por definición, la violencia genera más violencia, aunque esta reacción más que origen de algo es consecuencia. De la impunidad de los terroristas en potencia que destrozaron su casa y a los que el detenido conoce seguramente con nombres y apellidos. Cualquiera puede verse reflejado en su espíritu, que no es un delirio de venganza, sino un arrebato de justicia y desesperación contra los salvajes y sus cobardías. En su acción televisada no se percibe ni un solo atisbo de cobardía, y seguramente se vea obligado a abandonar su pueblo por culpa de las amenazas. Pero lo más importante de su gesto es el estallido de rabia, la impotencia de la sociedad civil frente al cinismo y la hipocresía de los gobernantes que mandan en el País Vasco. Deberá ponerse delante de un juez para responder de sus actos. No creo que existan agravantes, pero sí atenuantes, porque muy pocos emularían a Emilio, pero en el pensamiento no encontraríamos una reacción más justa que la que tuvo, valiente y temeraria, arriesgada y catártica.

En las elecciones que se celebran el domingo los vascos se juegan muchas cosas. La primera es renovar o no en el cargo a un líder mesiánico e iluminado que desvía la atención de los problemas de sus ciudadanos. Apela a la libertad de su pueblo, que no es libre, para exigir derechos en un lugar donde los políticos no cumplen sus obligaciones. Ya es hora de que los nacionalistas vean los toros desde la barrera y los asientos de la oposición les sirvan de baño de humildad. Las otras opciones presentan a partidos nacionales, que saben de lo que hablan y que han sufrido más que nadie la violencia de los terroristas y sus justificadores. Esperemos que los ciudadanos puedan votar libremente, sin jóvenes pancarteros e ignorantes que les presionen. Que Dios reparta suerte.

martes, 24 de febrero de 2009

El muñeco

Me encanta el perfil del dimisionario. Sale con la cabeza alta, es un ejemplo para los políticos, pero él no ha hecho nada malo, le han empujado al abismo los manipuladores de la realidad. ¿Por qué habría de renunciar a su cargo si tuviera la conciencia tranquila? ¿Porque no se siente con ánimos? Débil razón para quienes se aferran a la silla con fuerzas sobrehumanas. Sospecho que su salida ha sido un alivio para sus superiores, que no le han conminado a quedarse, a continuar con su labor diligente al frente del ministerio. La huelga de jueces y de funcionarios de justicia ha acelerado el trámite, que arrancó con el despiste cinegético. Creo que la historia de la licencia es lo menos importante de todo. En la política es necesario guardar las formas, y no conviene traslucir que después de tantos años la justicia se corrompe y adquiere un tono de amiguismo peligroso.

La oposición pierde el saco contra el que golpear y desahogar sus lamentos. Su horizonte no es sencillo, con tres elecciones por delante en las que tiene complicado salir victorioso, pero que, admitidas las combinaciones, pueden reportarles alguna alegría. La corrupción, como el eufemismo y la nadería, es inherente a los que están cerca del poder. La honradez para quitarse de en medio y asumir las responsabilidades es tarea de quienes buscan la eternidad en nuestra joven democracia. Seguirán cruzándose las balas para derribar al muñeco, aunque estos están bien agarrados al suelo. Los incompetentes, los delincuentes y los corruptos van cayendo poco a poco, pero nacen otros nuevos.

lunes, 23 de febrero de 2009

Pecados

Júbilo universal porque una españolita ha llegado a lo más alto y ha recibido una estatuilla que pesa más de lo que parece. Es para sentirse orgulloso, aunque no me gusta apropiarme de los éxitos del vecino, por muy compatriota que sea. En la política es habitual, además de salir en la foto, atribuirse un pedazo de medalla o de diploma del deportista. Pero si mañana saliera a la palestra alguno de nuestros estadistas participando de los éxitos de David Bisbal por el mundo o de las ventas de Ruiz Zafón, convendríamos en la ridiculez del argumento. Desde luego los triunfos de los españoles no provienen de los esfuerzos de los gobiernos, sino de su propia capacidad, que en ocasiones se ha labrado lejos de nuestro país. El político sólo se arrima cuando presiente el rédito electoral o el aumento de la popularidad.

Digo esto porque intento ahondar en los pecados capitales de los españoles, a modo de investigación sociológica. Deseché la envidia porque implicaba un punto de admiración hacia el envidiado, y en la mayoría de las ocasiones se reduce a un desprecio por los valores del exitoso y diligente. Desde luego la gula está muy extendida entre nosotros, pero nunca he pensado que sea un pecado, sino un placer venial que no hace mal a nadie salvo a nuestro nivel de colesterol. La ira depende del escenario. Si surge a los mandos de un coche en un incidente de tráfico, se multiplica su intensidad. De la avaricia - léase tacaño o rata -, siempre encontramos algún rastro. La lujuria está por todas partes, en la televisión, en la calle, en el ordenador. La pereza no es un pecado propiamente dicho. El cuerpo necesita descansar, y el abuso del descanso es sólo una licencia que se toma nuestro metabolismo. Las horas de sueño no son penitenciales. La soberbia, para terminar, califica a los altivos, y quizá sea el valor que más detesto, el de otear a la misma altura como si te vieran desde el Aconcagua. Pero falta uno que Dante no incluyó en su lista de males humanos. La cursilería. Ese pozo sin fondo donde arrojan sus artefactos los políticos, artistas, creadores del pensamiento. También nos ha tocado a todos en algún momento. Yo procuro alejarme de sus cantos de sirena y centrarme en la gula, que es mucho más sana.

Enhorabuena a Penélope Cruz. Espero que nadie más se dé por aludido.

viernes, 20 de febrero de 2009

¿Dónde está la gracia?

El humor es una cosa muy seria. Y no es una contradicción efectista, lo dicen los genios de la carcajada. Por eso sigo escrutando los tonos de mi risa, y la voy identificando. Sé cuándo suena por compromiso, como cohibida. Unas veces es sincera, el corazón la disfruta y la mente la alimenta. Y otras veces, las menos, es perjudicial para el cuerpo, porque brotan las lágrimas y el vientre se aprieta. Siempre me he preguntado si alguien ha muerto alguna vez de un ataque de risa. Sería una graciosa forma de estirar la pata, pero un fastidio para el interlocutor, que vería cómo su chascarrillo en vez de arrancar una sonrisa ha terminado con una vida. No creo que la risa tenga como fin el martirio, como las cosquillas, busca más bien la alegría de los ánimos caídos, la resurrección del cerebro y la garganta. Recordando los prescindibles estudios de las universidades americanas, no sé si riendo alargamos la vida, pero la hacemos más presentable, adecentamos nuestro rostro de piedra y nos ablandamos ante la sensibilidad del vecino. Es un ejercicio sano.

El sentido del humor es un concepto etéreo. Cuando se pregunta en las encuestas sobre qué cualidad se valora más en el amor siempre se suele apelar al sentido del humor. Y no estoy muy seguro de esto, desconfío de su valor real, porque desconozco sus entresijos. El humor no sostiene ninguna relación seria. Al menos por sí solo. La risa es pasajera, se evapora en un segundo. Todos conocemos al graciosillo de turno, ese que puebla las televisiones con gags de dudoso gusto, y a esos pocos seres capaces de generar por sí solos hilaridad, radiadores de sonrisas permanentes. Procuro no confundirlos. Disfruto con las conversaciones trufadas de ironías, anécdotas y surrealismos, pero huyo de los niveles desmedidos de risa por miedo a terminar en una caja de pino. Es el único freno que me pongo.

jueves, 19 de febrero de 2009

Joselito

El otro día vi en unos informativos televisivos, cuajados de anécdotas más que de noticias propiamente dichas, las bondades tecnológicas en forma de teléfonos móviles. Poblaban una feria poblada de curiosos, expertos y cámaras. Allí se exponían los teléfonos del futuro, según decían los representantes de las marcas. Uno estaba integrado en el reloj, otro podía mojarse sin necesidad de comprar otro nuevo. Digamos que los avances tecnológicos caminaban con la frivolidad y el gasto inútil. La noticia, por llamarla de alguna manera, era el escenario perfecto para redundar en esa cansina pero eficaz tarea de crear necesidades innecesarias. Los teléfonos graban películas y pueden proyectarlas, sirven para realizar videoconferencias, y ya no se fabrican con botones porque los ha sustituido la panacea de la tecnología, que es el dedo humano y las pantallas táctiles.

Se supone que la tecnología nos facilita la vida, al menos para eso es inventada. Pero a veces los problemas son mayores que las soluciones. No voy a entrar en los confusos y prescindibles tochos de instrucciones. Me refiero a las utilidades artificiales de unos artilugios que en un principio servían para hablar y ahora sirven para todo lo demás. Tenemos que comprarlas para que mañana sean sustituidas por el penúltimo grito que convertirá nuestro teléfono en una antigualla de museo. Pero lo peor de todo es que si no se vive al ritmo de la corriente tecnológica, nos subimos al carromato de Joselito, el del anuncio. Nos transportan al atraso tercermundista por no instalar el ADSL en casa a tropecientos megas de potencia. Eso es insultante. Porque mientras usted me instala la línea maravillosa, he tenido tiempo de salir a la calle, leer un buen libro, ver una película y hablar por teléfono. Y de boca a oreja, sin videoconferencia. Y no soy más infeliz que usted, ni me subo al carromato de su anuncio. Aunque me caiga muy bien Joselito.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Tramposos

Andamos otra vez a vueltas con el dopaje en el deporte. Aunque, desgraciadamente, parece que la única disciplina pervertida y contaminada por las sustancias prohibidas es el ciclismo. La lucha contra los tramposos en las competiciones deportivas demuestra la hipocresía de los políticos y, en algunos casos, de los medios, que magnifican o minimizan los casos de dopaje dependiendo de su procedencia. La justicia deportiva, si podemos llamarla así, dudando de las dos palabras que la componen, se encarga de juzgar las ilegalidades en las competiciones. Pero en ocasiones irrumpe la justicia ordinaria, que aunque sea justa debe tener algo de ordinariez. Creo que la acción contra los tramposos en el deporte es obligada, y toda condena será siempre escasa, porque se adultera la esencia de la competición, se pone en riesgo la salud del deportista y se engaña al espectador.

Sin embargo, me rebelo contra la criminalización de quien no ha cometido un crimen. Pese a que algunos casos de dopaje pueden ser considerados como un delito, el ciclista - suele ser el protagonista de las portadas -, el waterpolista o el corredor de fondo cumplen su sanción y pasados los dos años que establecen las normas pueden volver a competir con normalidad. Han cometido un error gravísimo, han puesto en riesgo su carrera (la mayoría de los deportistas que dan positivo no rinden a buen nivel al volver a competir) y han perjudicado a la imagen del deporte. Pero es injusto y absurdo recurrir a la crucifixión del infractor si no se ponen medios para evitarlo. No basta con controles exhaustivos, los análisis se multiplican y los dopajes se perpetúan. La solución está más abajo, en la formación de los jóvenes deportistas, que deben huir del éxito instantáneo y de la tentación del riesgo. Algunos no saben a lo que se exponen. Si todo lo que tiene que decir el Secretario de Estado para el Deporte es que se actuará con firmeza y rotundidad como siempre, entonces no se pondrá fin al problema y el político de turno tendrá muchas más oportunidades para colgarse la medalla y decir que actuaron con firmeza y rotundidad contra aquel tramposo. Pero no evitarán que el siguiente se esté poniendo en la cola.

martes, 17 de febrero de 2009

Resaca

Ha dimitido el ministro japonés de economía por presentarse "indispuesto" ante la prensa después de una reunión del G-8. Podemos hacer muchas lecturas de este asunto. La primera es que se ha convertido en una costumbre alicorarse en las cumbres de los países más importantes, Sarkozy ya lo hizo el año pasado. Lo único que provocó fue la proliferación de vídeos en internet y las burlas del respetable. Parece que dirigir los destinos del mundo, algo que ampulosamente compete a sus naciones, precisa del carburante etílico. Lo que habría que discutir es el listón para la renuncia de los cargos públicos. En España está muy arriba, o más bien, no existe. En otros países, especialmente los nórdicos, las razones para dimitir aquí nos parecen absurdas, infantiles. No estamos acostumbrados a tanta honradez. Cuando alguien abandona su puesto por dignidad, por mala conciencia, por traicionar a los votantes, es cuando más se eleva su figura. En España se sigue pensando que es mucho más conveniente agarrarse bien a la silla y despreciar la crítica. Pero se equivocan, empieza a estar pasado de moda. En esto sí que nos vendría bien practicar los criterios de convergencia europea.

El caso concreto del ministro nipón es curioso. Cualquiera puede abusar de los caldos y tener un mal día. Seguramente con haber pedido disculpas y reconocer su error habría sido suficiente. De hecho, en estas reuniones el alcohol es más habitual que los acuerdos económicos. Pero ha preferido una resaca desagradable a salir del paso. Y eso le honra. Nunca pensé que la bebida se convertiría en protagonista de la política. Nos tienen más acostumbrados a otro tipo de placeres, especialmente el del bolsillo. Pero claro, si dimiten se acabó la silla, se acabó el poder y se acabó el vino. Pobre ministro.

lunes, 16 de febrero de 2009

El caso

Vemos fotografías a toda página, nombres y apellidos, detalles escabrosos de lo más siniestro. ¿Hasta qué punto es necesario hacer a la sociedad partícipe de las investigaciones policiales? Algunos me dirán que el morbo y la curiosidad levantan las audiencias. Es probable, pero también es cierto que desde los medios, especialmente las televisiones, se ha jaleado un periodismo sangriento que ha convertido a los telediarios en una versión renovada de El Caso. Para Vasile, el mandamás de Telecinco, el límite ético deben ponerlo los espectadores. Esta afirmación además de tramposa, es inasumible. Volvemos a la ración de pan y circo para contentar al personal y evitamos darle al coco para ofrecer productos de calidad. La ecuación es sencilla, real, pero profundamente despreciable.

La demanda social de conocer lo que ocurre es lógica y necesaria, pero quienes se zambullen en lo macabro para satisfacer sus deseos de forense aficionado deberían mirárselo. Ya estamos acostumbrados a que iletrados opinen sobre crímenes ofreciendo sus innecesarios puntos de vista.
Es una condición indispensable para formar un debate televisivo de cierta categoría ¿Qué interés tiene conocer la opinión del ciudadano desinformado cuando la policía y la justicia dedican sus esfuerzos a resolver este tipo de casos? El colaborador televisivo se erige en comisario y juez a un tiempo y farda de pruebas policiales y de sus buenas fuentes. No creo que sea un ejercicio sano. Molesta a las víctimas y sus familias, centra la atención en un acusado sin sentencia firme y despierta las iras y las elucubraciones de los espectadores. Para mí, una indignidad televisada. Para ellos, el negocio del siglo.


viernes, 13 de febrero de 2009

La dictadura de la imagen

Hablábamos el otro día de los desvaríos de Izquierda Unida, que continúan pese a su lavado de cara. El pasado 31 de enero su nuevo líder, Cayo Lara, acudió a una manifestación en apoyo a la dictadura de Fidel Castro en Cuba. Otro caso curioso de deformación de la realidad e hipocresía inimaginable. ¿Eso que jaleamos allí es lo que queremos para nosotros? Recuerdo que Carlos Santana actuó en una reciente gala de los Oscar portando una camiseta del Che Guevara y un crucifijo. El saxofonista cubano Paquito D'Rivera le recordó que combinar a Cristo con el guerrillero es como introducir una esvástica en una sinagoga. Muchos cristianos fueron fusilados en el curso de la revolución cubana capitaneada por Castro y Guevara.

Esto nos remite a un debate eterno que para mí tiene fácil explicación. La figura del Che, especialmente la famosa imagen de Jim Fitzpatrick que ilustra camisetas y hasta cuerpos en forma de tatuajes, ha sido la elevada a los altares. Su personalidad aventurera y revolucionaria está fuera de toda duda, pero su faceta asesina ha sido hábilmente ocultada para convertirle en una figura ejemplar que se rebela contra las injusticias de América Latina. Se confunde el personaje histórico con la persona, que es algo muy distinto. Y si la campaña propagandística de elogio al guerrillero y a la dictadura encuentra entusiasmo entre nuestros políticos, entonces es que algo funciona mal. ¿Hasta la victoria siempre? Depende de los fines y los medios. El País publicó hace unos meses un editorial sosteniendo esta misma idea y sus propios trabajadores se le echaron encima. Quizá es que no estamos acostumbrados a derribar los mitos.

jueves, 12 de febrero de 2009

Espías y golpistas

Para los políticos, las formas son muy importantes, mucho más que los fondos. Eso es fácil de constatar. Las cuadrículas del lenguaje de las diatribas son muy limitadas, por mucho que recurran a las metáforas deportivas, que tanto les gustan, o a Mortadelo y Filemón, sujetos a la comparación perenne con los últimos espionajes. Sospecho que nuestros dos agentes secretos espiarían con más diligencia y con mucho más sentido del humor, porque hurgar ilegalmente en la vida de las personas fuera del tebeo a mí no me hace ninguna gracia. Y a los jueces tampoco.

El trasiego de las palabras del Congreso, que esculpen con arte las taquigrafías, ha dado lugar a situaciones hilarantes, ejemplares y vergonzosas. En estos días se rememora el aniversario del intento de golpe de estado, que para los más jóvenes podría ser una escena esperpéntica y cañí, pero que pudo devolvernos a las catacumbas. Cuando uno visita nuestro templo de la democracia, la casa de todos los españoles - como diría algún cursi -, puede resoplar al ver las muescas de los disparos de aquellos golpistas en el techo. Las frases que allí se gritaron no podrían incluirse en un manual de buenas formas, pero dejaron huella. "Se sienten, coño" y "todo el mundo al suelo" pasaron a formar parte del inventario popular. Afortunadamente hubo quien no se sentó y tampoco se arrojó al suelo pasto del miedo. Por eso estamos hoy aquí. Debemos aprender mucho de aquel día. Aunque no de sintaxis.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Israel

La atención planetaria que se prestó a las elecciones en Estados Unidos tenía su lógica. No solo se barruntaba el final de los gobiernos republicanos por unos años, sino que el aspirante máximo era negro, joven, y su segundo nombre era Hussein. Ayer se celebraron elecciones en otro lugar caliente del mundo, en Israel. Han concurrido cuatro candidatos con opciones de formar gobierno, y resulta intrigante pensar en las alianzas para llegar al poder y las condiciones de los partidos minoritarios. Avigdor Lieberman, líder de Beitenu, será la llave del gobierno del país. El problema es su voluntad de devolver a Palestina a los árabes que residen en Israel legalmente y alguna de sus declaraciones: “debemos continuar combatiendo a Hamas como Estados Unidos combatió a los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial”.

Entre tanto debate parlamentario estéril, conmemoraciones del 23-F y la vuelta del buen tiempo se nos escapa lo realmente importante. El ejército más fuerte del mundo estará dirigido por los gobernantes más guerreros y peligrosos que han concurrido a estas elecciones. Y esto no es ninguna tontería. Las relaciones con Irán, la guerra con Hamás y los nuevos tratos con Obama, que pudo respirar al jurar su cargo después de la tregua en Gaza. Hay muchos asuntos y pocas esperanzas. La guerra hace ganar mucho dinero. Y Ariel Sharon sigue en el hospital. Si levantara la cabeza...

martes, 10 de febrero de 2009

Goles envidiados

Fernán Gómez, en el muy recomendable documental La silla de Fernando, hablaba de esta frase hecha que dice que la envidia es el deporte nacional en España. Él explicaba con lucidez que no convenía confundir la envidia con el simple desprecio, que sí es el esfuerzo físico más practicado por estas tierras. La envidia conlleva un punto de admiración, porque ansiamos lo que el otro disfruta. Envidia sana, se entiende. La malsana sólo trae malos ratos e inquinas, y no produce ningún beneficio para el cuerpo y la mente.

Por eso me divierte el tratamiento deportivo de las competencias, que no competiciones, deportivas. Cuando la cosa enfrenta a un español y un atleta extranjero, antes que las loas a nuestro representante encontraremos el obituario previo de nuestro rival. Lo del respeto al adversario parece haber desaparecido en algunos círculos, los del forofo irredento que atiende a la devoción y no a la afición. Entre sumergirme en esa envidia improductiva y disfrutar de la belleza del gol del vecino, me quedo con lo segundo. Hagan el ejercicio. Si les cuesta, sueñen con Messi o Romario vestidos de blanco. Imaginar no es pecado capital.

lunes, 9 de febrero de 2009

Hablar bien y mal

Vuelve la serpiente negra del hacha a amargarnos la vida, mientras seguimos con ansiedad el curso de la crisis y los espionajes varios. Ahora, siempre, nuestros políticos se tiran los trastos a la cabeza de la forma más infantil y absurda, devolviendo la pelota como un frontón con el manido recurso del "y tú más". También ocurre en la vida, nos protegemos atacando para ocultar cualquier resquicio de debilidad. Luego están las comisiones de investigación, esos engendros maravillosos de confusión, mentiras e intereses compartidos de que, como su propio nombre indica, no se investigue nada y pasen los días reprochándose errores de finales del siglo XX. Esto es muy propio de España, el país en el que la palabra dimisión va camino de desaparecer del diccionario.

Hablando de diccionarios, el profesor Pancracio Celdrán acaba de publicar el libro "Hablar bien no cuesta tanto", cuyo título es simple pero sonrojante. Especialmente para periodistas y políticos, expertos en la invención de coletillas y frases hechas que cada día hacen revolverse a don Fernando Lázaro Carreter en su academia del más allá. No hace falta ensañarse con las retransmisiones deportivas, tan dadas a la improvisación, basta con hojear los diarios serios o escuchar la radio a cualquier hora. Todos podemos hacer algo por mejorar el idioma, simplemente dejando de recurrir a neologismos y expresiones importadas.

Gobierno de España.

Perdón, me ha invadido el tic publicitario.

viernes, 6 de febrero de 2009

Muerte

Seguimos con historias que no son lo que parecen o que no parecen lo que son. El holocausto nazi ha resucitado como siempre con macabras realidades a cuenta de la Iglesia y algunos de sus díscolos representantes. Pero poco se ha hablado del paradero del asesino más despreciable de la historia moderna, el famoso Doctor Muerte, Aribert Heim. Aquel que con tanta alegría medía la resistencia del cuerpo humano mediante las más crueles prácticas animales falleció en El Cairo hace 15 años, según ha afirmado recientemente su hijo. Sin embargo, el centro Simon Wiesenthal, una institución dedicada a la detención de los criminales nazis, duda de esta versión y continúa ofreciendo cerca de un millón de euros por su captura. El asesino tendría 94 años.

Todavía estamos a tiempo de hacernos ricos, hace cuatro años se comentó que podría vivir en el levante español, pero que las autoridades de nuestro país no prestaron demasiada atención. Al menos está bien saber que, aunque estos asesinos no vean la cárcel nunca, hay gente que no está dispuesta a que se vayan de rositas al infierno. Algunos por desgracia, ya se han ido sin que la justicia haya podido juzgarles. El genocidio nunca prescribe. Pero su huella queda.

jueves, 5 de febrero de 2009

Cine español

La gala de los premios del cine patrio acaparó las audiencias el pasado domingo para sorpresa de muchos, hastiados de películas para olvidar y reflexiones incoloras sobre las salas vacías y las dichosas descargas por internet, fuentes máximas de la "crisis del sector". Resulta fatigosa la reivindicación eterna del producto "cine español". Bien, es el cine que se hace en España. ¿Pero acaso es cine español una película rodada en inglés con actores americanos? ¿Y una película sobre el Che protagonizada por un puertorriqueño? No son buenos tiempos para las películas españolas, salvo honrosas y arriesgadas excepciones. Una de ellas, Camino, ha sorprendido con su fuerza y ha levantado una polvareda inversamente proporcional a los espectadores que ha congregado en los cines. Siempre es mejor hablar de una película después de haberla visto.

El tono de la gala siguió los cánones de los últimos años, recurriendo a chascarrillos facilones y la adulación a las estrellas de Hollywood presentes, que, curiosamente, obtuvieron su premio por aclamación. El cine español, según sus propios gestores, no goza de muy buena salud. No se refieren a la falta de creatividad o a lo mediocre de muchos estrenos. Hablan del perjuicio de la red y de la falta de promoción. Una canción que hemos escuchado millones de veces. La culpa nunca es del vendedor, es del cliente, que cual demonio disfruta del cine por canales que no generan dinero. Ése es el problema. Podrían dedicar su tiempo en ofrecernos su imaginación para evadirnos de los tiempos perros. Pero eso está al alcance de muy pocos. Y muy de cuando en cuando.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Premios y arte

Los premios en el arte pervierten su esencia, según algunos. Lo único seguro es que nunca contentan a todo el mundo. La apreciación de la belleza es uno de los ejercicios más subjetivos que existen. No hay más que ver cómo unos piensan que tal obra es el cénit de la creación artística y otros la consideran el artefacto más olvidable de la historia humana. Es cuestión de gustos y de corrientes. ¿Cuántos discos, libros, cuadros o películas han alcanzado el éxito veinte o treinta años después de su aparición? Hablamos entonces de genios incomprendidos, de que el mundo no estaba preparado para asumir ese cambio histórico. Los genios, que son pocos, por norma son personajes incomprendidos. El resto no lo son, o tratan con sus pretensiones de genialidad de confundir apropiándose de una majestad ilusoria, aliñada con la connivencia de los críticos contracorriente.

Desconfío de los creadores malditos, acompañados de un aura de rechazo y alabanzas a partes iguales. En ocasiones, el arte está plagado de fuegos artificiales. Ese arte no me interesa nada. Yo hablo del arte puro, del corazón, de la belleza natural y la inspiración eléctrica de muy pocos. La de Michel Camilo, Picasso, Bill Evans, Billy Wilder, Robert L. Stevenson. Ese arte no necesita premios ni críticos que lo enaltezcan. Perdura por sí mismo.

Mañana hablaremos de los Goya, del cine y de la sucursal patria del glamour de los Oscar.


martes, 3 de febrero de 2009

Camaleones

Esto de la ficción y la realidad ya no se distingue con nitidez. En la vida actuamos constantemente. Muchos comienzan sus frases diciendo "la verdad es que", como si el resto de las veces deslizaran mentiras. Fingimos sorpresa, enfados, abatimiento, soportamos la estupidez del vecino riéndole las gracias porque no nos conviene enfadarle. Tomamos por un momento la piel del camaleón, estirando la lengua y oteando el horizonte de las relaciones humanas.

En la televisión descubrieron esto hace mucho tiempo. De hecho, sólo se sirve de imágenes impactantes, testimonios lacrimógenos, gestas deportivas y vísceras tomateras. El colmo de los colmos es que los pocos programas que merecen la pena confundan al personal mezclando realidades con teatrillos de medio pelo. Tengo al Gran Wyoming por un excelente cómico y una persona inteligente. Al tomar el pelo a tal o cual cadena, nos ha puesto serios a todos, para terminar enseñándonos su nariz de payaso.
A mí no me ha hecho ninguna gracia. Y no es ninguna pose cinematográfica. La verdad es que parece mentira.

lunes, 2 de febrero de 2009

Izquierda

Gaspar Llamazares ha solicitado al Gobierno que "Radio Nacional de España pase a llamarse Radio Española porque en el nombre actual existe una connotación franquista". Vaya por Dios. Ahora que por fin parece que la Izquierda vuelve a ser Unida y las encuestas la ponen donde debía estar, volvemos a las reivindicaciones de pandereta. Los trabajadores de este país no tienen otra preocupación mayor que la denominación de nuestra radio pública. No sufren las cifras del paro, no sufren los abusos de los bancos, no sufren las dificultades para obtener una vivienda, llegan a fin de mes con holgura. Pero concilian el sueño con dificultad al pensar en la oscuridad y el autoritarismo del nombre de una emisora de radio. Y para satisfacer sus peticiones, la formación política de la izquierda emplea su tiempo en solicitar la modificación de su nombre.

Gaspar Llamazares dejó su puesto en la coordinadora general de Izquierda Unida, pero sigue sorprendiendo con su particular visión de los problemas de este país. Serían buenos tiempos para la izquierda si aprovechara la coyuntura para poner encima de la mesa las dificultades de una sociedad tocada para salir adelante, si propusieran soluciones para dar la voz al pueblo frente a tanta burocracia intermediaria. Pero se centran en las formas, y no en los fondos. Y además, Franco murió hace 33 años, ¿no?